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El fin último de la educación

Cuando abordamos el tema de la educación de nuestros niños, niñas, jóvenes, y de las personas en general, habitualmente relacionamos el término con la escuela, colegio, instituto o universidad; es decir, con la institución que imparte educación. La verdad es que el concepto es mucho más amplio y va más allá de las instituciones formales que como sociedad nos hemos dado. También se educa en la casa, en el grupo de amigos o amigas, en el vecindario, en el trabajo, en el club al que pertenezcamos, etc. En resumen, en cualquier grupo social donde haya interacción entre sus integrantes. Sin importar el contexto, la educación implica una transformación de la persona, que la impulsa hacia un estado superior. La búsqueda de ese estado es algo intrínseco en los seres humanos y su valor en la sociedad no está en discusión.

La educación tiene y siempre tendrá tareas pendientes en relación con el desarrollo de la sociedad. Hemos avanzado, pero también nos hemos dado cuenta de que algunas cosas las estamos haciendo muy mal. El siguiente paso es corregir el rumbo, antes que sea demasiado tarde. A modo de ejemplo, tenemos una deuda con sectores de la sociedad que han sido permanentemente postergados y afectados en sus derechos y ni hablar de la deuda que tenemos con el medio ambiente.

En el contexto actual conviene recordar los cuatro pilares fundamentales de la educación, según Jacques Delors, que nos pueden servir de guía para implementar los cambios que requiere el sistema educacional: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir con los demás (cambiaría “con los demás” por “con nuestro entorno natural”, es más amplio e incluye animales, árboles, ríos, lagos, etc.).

Necesitamos educar para ser más libres, para permanecer atentos, conscientes, para defender nuestra dignidad, para tener la posibilidad de poder elegir, para tomar nuestras propias decisiones y también para evitar la manipulación. En este punto recuerdo una escena de la película “Detachment” y el memorable discurso del profesor, dirigido a jóvenes de una escuela vulnerable: “Debemos aprender a leer, a estimular la imaginación, a cultivar nuestra conciencia, nuestras propias creencias. Todos necesitamos esa habilidad para defendernos, para preservar nuestras mentes”.

Sin embargo, en Chile hay señales que son preocupantes, como aquella en que las asignaturas humanistas del currículo de enseñanza media sistemáticamente se hayan visto reducidas a su mínima expresión. Existe una tendencia a sobredimensionar la importancia de “lo científico” por sobre “lo humanista”, cuando en realidad ambas áreas son muy importantes para el desarrollo de las personas y debieran convivir en perfecta armonía.

Nuestra Escuela de Administración y Negocios participa activamente, cada año, en programas de educación en diferentes áreas del ámbito de su competencia, con diferentes grupos de la sociedad, como mujeres trabajadoras y jefas de hogar, sindicatos y otros; cumpliendo de esta forma con su rol en la sociedad, que va más allá de la formación de profesionales que contribuyan al desarrollo sostenible de la región y del país.

Carlos Figueroa Moreno

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