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El don de la palabra

Cuántas veces nos ha pasado que frente a una situación comunicativa oral, sentimos que nos faltan palabras para expresarnos bien, provocándonos momentos incómodos y falta de coherencia en el mensaje que queremos dar. Incluso a veces es preferible no opinar, no formular ideas, y aunque tengamos claras muchas de ellas, el proceso de decirlas es complejo y está lleno de estructuras adquiridas, adquiridas de la escolaridad, de la cotidianidad y hasta quizás de cierto talento para hablar. ¡Porque vaya que es difícil hablar, hablar como corresponde! Que seamos capaces de decir lo que queremos, de buena forma y que sea perfectamente entendido por los receptores; es una ardua tarea.

Luego, pienso en la educación formal y en la importancia que se le da a cada uno de los tres ejes del lenguaje en primaria y secundaria: la lectura, la escritura y la comunicación oral. Y cómo no redundar en la lectura, si los resultados a nivel internacional, nos posicionan como un país con deficiente comprensión lectora, y descendidos en la producción de textos. Comprendemos y escribimos mal. Así de rotundas pueden llegar a ser las críticas en torno a estas habilidades; sin embargo, ¿en qué momento nos detenemos a pensar en cómo hablamos, cómo nos expresamos, cómo discutimos? Rara vez, creo yo… Es más, cuando fui estudiante de Educación Básica, era común ver que las unidades de expresión oral, estaban organizadas siempre para final de año, diciembre tal vez, y a veces ni siquiera se alcanzaban a tratar, por lo mismo. No sé si hoy veo tan diferente el panorama.

En efecto, las situaciones comunicativas implican un esfuerzo cognitivo, y repetido, porque en todos los ámbitos y momentos de la vida nos comunicamos, ya sea en una conversación, la exposición de un tema, la enunciación de ideas, una improvisación, y en otros más complejos como la defensa en un debate, la exposición de una tesis, o el mismo examen de grado en algunas carreras. El arte de la oratoria es sumamente detallista y requiere de un amplio vocabulario, correcta sinonimia, pronominalización, fluidez, entre muchísimos otros elementos que lo posibilitan. Es por esto y varios factores adicionales, que muchos sienten que no nacieron con la gracia de hablar bien, hablar frente a un público, expresar claramente una idea, un parecer, un sentimiento. Dicho talento que, con el transcurso de los años, se va haciendo más reacio, más distante, conformándose a ser la virtud de solo unos pocos.

Termino pensando en mi alumnos de pregrado, los líderes del mañana, y aunque suene cliché, son ellos quienes guiarán proyectos, programas, grupos de personas, y siempre será un tremendo beneficio, saber hablar y comunicarse efizcamente; llegar a cada uno de los receptores, para lograr cambios y avances en pos del crecimiento, de las relaciones interpersonales y de los objetivos propios de una empresa. Y al pensar en esa frase tan antigua que se le atribuye a personas que saben comunicar o que convencen con sus mensajes: el don de la palabra, es cuando reafirmo mi creencia sobre que ese don, más que eso… es un regalo, una cualidad, y la gran fortaleza de la comunicación actual. Algo no menor.

 

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