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Incentivos perversos asociados a NEM y Ranking

Con la llegada de marzo muchos jóvenes comienzan una nueva etapa en sus vidas, llena de desafíos y oportunidades, pero también de incertidumbre ante lo desconocido, cuando hagan su ingreso a la educación superior. Para llegar hasta este punto, tuvieron que haber completado la educación media, donde sus calificaciones tienen un efecto directo sobre las posibilidades de quedar en la carrera e institución que deseaban.

Recordemos que el NEM es el promedio de las Notas de Enseñanza Media y el Ranking (indicador de la posición relativa de un estudiante con respecto a sus compañeros), ambos transformados a puntaje. Si bien el NEM viene utilizándose desde los tiempos de la Prueba de Aptitud Académica (PAA), el Ranking fue incorporado recién el año 2013, con el propósito explícito de aumentar el acceso y la equidad.

La otra parte del proceso es la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES). Así, cada institución adscrita al Sistema Único de Admisión (SUA) define el peso que le dará a estos tres componentes y los cupos disponibles en cada carrera.

A modo de ejemplo, en el proceso 2024, la suma de porcentajes de NEM y Ranking exigida en la carrera de Ingeniería Comercial en la Universidad de Concepción fue de 40%; en Medicina en la Universidad de Chile fue de 30% y en Trabajo Social en la Pontificia Universidad Católica fue de 50%. Como se puede apreciar, el peso combinado del NEM y Ranking es alto en relación al que tienen las componentes que conforman la PAES. Por lo tanto, NEM y Ranking adquieren gran importancia a la hora de postular a la educación superior.

Hasta aquí todo bien. Sin embargo, hay un par de situaciones que preocupan porque van en contra de los propósitos para los cuales se crearon el NEM y el Ranking.

Primero, ¿reflejan las notas del colegio lo que los estudiantes aprendieron realmente?

Segundo, ante la considerable ponderación que otorgan las casas de estudio a las variables NEM y Ranking, se comprueba que desde el año 2012 se ha producido un alza sostenida de las notas en los diferentes establecimientos escolares; sean estos municipales, particulares subvencionados o particulares pagados.

Mi respuesta a la primera pregunta, bien empírica la verdad, es que las notas, en general, no son un reflejo del grado de dominio de los contenidos que los estudiantes tenían que aprender en la enseñanza media, y lo compruebo semestre a semestre en el aula con los alumnos de los primeros años de universidad, en el área matemática. Lo cierto es que los estudiantes, en su gran mayoría, llegan con deficiencias de base en esa área.

Con respecto a lo segundo, el fenómeno descrito no debiera preocuparnos y más bien debiera ponernos contentos dado que un alza en las notas se podría entender como la consecuencia lógica de más y mejores aprendizajes. Lamentablemente no es así, puesto que los resultados del SIMCE y de PISA, del año 2022 y anteriores, nos indican algo distinto.

Para terminar, dejo una pregunta planteada para la reflexión: ¿cuáles son los incentivos que tienen los colegios para “inflar” las notas?, porque claramente los estudiantes de enseñanza media sí los tienen para cambiarse de un colegio a otro que asigne calificaciones más altas que el primero.

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