Por definición, la confianza es la creencia, esperanza y fe persistente que alguien tiene, referente a otra persona, entidad o grupo en que será idóneo para actuar de forma apropiada en una situación o circunstancia determinada. La llamada “crisis de confianza” se instaló en la opinión pública hace algunos años, y para llegar a este punto, no hay sector, público o privado, en la sociedad que no haya colaborado en la construcción de este clima.
En términos valóricos, una de las instituciones más enraizadas en la sociedad es la Iglesia Católica, según el estudio hace algunos meses conocido del Centro de Políticas Públicas UC y GfK Adimark, bajó de 27% a 15%, es el peor registro de confianza que tiene la Iglesia en 12 años de medición, por los hechos por todos conocidos.
En el ámbito político e institucional, en términos de confianza y credibilidad el último lugar lo ocupan los partidos políticos, en el penúltimo lugar lo ocupa el Parlamento y el antepenúltimo, el Poder Judicial y el Ministerio Público.En este sentido, el Estudio realizado por el Consejo para la Transparencia es categórico; siete de cada diez chilenos, considera que las instituciones públicas son “muy corruptas”. Asimismo, un 86% de los encuestados afirma “que no se puede confiar en la mayoría de las personas”, lo que reafirma la idea de que la crisis mencionada anteriormente está lejos de terminar. Escapaban de este escenario de deterioro institucional las FF.AA. y de orden y seguridad, donde se ha visto un creciente deterioro por las recientes situaciones en el Ejército y en Carabineros de Chile.
El sector privado no lo ha hecho mejor, los escándalos de colusión en grandes empresas (Caso Pollos, Farmacia, etc.), tráfico de influencias (Caso Penta, Caval y Soquimich), la desconfianza en el sistema privado de salud y pensiones, etc.
En este clima cabe la pegunta ¿Qué debemos hacer para recuperar la confianza?, antes de cualquier propuesta es importante advertir lo que un viejo proverbio Árabe capturó de muy buena forma “la confianza y la credibilidad crece con la lentitud de una palmera y cae con la velocidad del coco”. Por cuanto, es clave la acción continua y determinada de acuerdo a nuestro propio nivel de responsabilidad. Por ejemplo, continuamente escucho personas enjuiciar a instituciones por hechos puntuales de personas inescrupulosas, no obstante participan en hechos de micro-corrupción, tales como; vecina: ¿necesita la boleta?, o señor: ¿necesita su pasaje?. En concreto, es nuestra responsabilidad actuar con la verdad y transparencia absoluta, estar atentos y vigilantes frente a lo deshonesto y respetar a nuestras instituciones. Finalmente, Ama a todos, confía en unos pocos, no le hagas mal a ninguno (William Shakespeare).
Víctor Díaz López