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Contradicciones vitales: Individualismo versus colectivismo

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A propósito del tema del momento, pensiones y AFP, me parece interesante revisar las contradicciones entre el discurso y lo que sería la práctica: ¿Cómo entender que por una parte se esté dando esta exitosa manifestación de descontento ciudadano en contra de un sistema abusivo y por otra parte la gran mayoría muestre una baja disposición a colaborar para mejorarlo?. Más allá de la discusión sobre la forma más eficiente de organizar los recursos para sustentar los años dorados de los chilenos, llama la atención el que no nos hagamos cargo de algo fundamental: Nuestra realidad es el reflejo de los valores que sustentamos.

En el trasfondo de todo quehacer humano están los valores, que representan convicciones fundamentales ya sea a nivel personal o social, de lo que es correcto, preferible o deseable. Si éstos son ordenados jerárquicamente de acuerdo al nivel de importancia que le damos, se conforma lo que se denomina nuestro “sistema de valores”, que en definitiva, es lo que se manifiesta en nuestras conductas.

De acuerdo a la encuesta mensual que hace Go Research y la UDP para El Pulso, el 80% de los chilenos está de acuerdo con que el sistema de pensiones necesita mayor solidaridad, pero sólo el 41% de los consultados señala que estaría dispuesto a que parte de su cotización previsional mensual se destine a financiar un pilar solidario. La gran mayoría no se ve aportando a un fondo común, teniendo claro que es imprescindible un cambio en ese sentido.

Se pueden realizar diversas lecturas de este doble discurso, pero en el fondo lo que hay, es la dicotomía a la que nos enfrenta uno de los valores culturales predominantes en nuestra sociedad y que sustenta el perverso sistema del cual estamos siendo víctimas: El individualismo. Los estudios sobre los valores culturales de Hofstede, dejan claro cómo en las distintas sociedades predominan ciertos rasgos y es evidente que en Chile prevalece una lógica muy americana, donde cada uno “se debe rascar con sus propias uñas”, y hay poca identificación con el colectivo, al menos en la práctica.

Creo que el individualismo que nos caracteriza explica en cierta medida, el que las demandas sociales se desvirtúen y pierdan valor. Estas, hasta ahora han quedado en nada, los movimientos se desgastan y pierden fuerza, estamos llenos de líderes caídos, no hay eco en los llamados “agentes de cambio” que están dedicados más que nada a proteger su cuota de poder, defendiéndose de los virulentos ataques que son pan de cada día en los medios. De esta manera, nuestro profundo individualismo facilita el que las discusiones siempre queden abiertas, los grandes temas no se zanjan y eso es un seguro para operar con libertad, que aprovechan muy bien los poderes fácticos.

Dicen que las crisis son oportunidades, ojalá nuestra sociedad logre hacer una reflexión seria, que permita hacer los cambios necesarios para ir transitando desde ese profundo individualismo que predomina en nuestra cultura, hacia una sociedad que valore el colectivismo, para de esta manera, no seguir pisándonos la cola.

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