Durante esta crisis sanitaria provocada por el Covid-19, probablemente todas las personas hemos aprendido diversas lecciones. A mi juicio, una de las más importantes hasta ahora es que el individualismo sólo nos llevará a una mayor expansión de la pandemia. El tomar medidas de prevención aisladas y no actuar de manera conjunta, no genera una solución real al problema que hoy en día nos aqueja de manera global.
Lo mismo ocurre con el mundo organizacional. Todas las empresas se han visto afectadas por el virus, teniendo disminuciones importantes en sus ventas las que, en algunos casos, generalmente las más pequeñas y con escasas espaldas financieras para subsistir, han debido bajar definitivamente sus cortinas. Si bien es cierto, las ventas online han sido un alivio en algunos sectores de la industria para poder hacer frente a la contingencia, no son un reemplazo absoluto de las ventas presenciales y además, no todas las empresas pueden entregar sus servicios por esta vía, dado la naturaleza de sus prestaciones. Sumado a que no todas tampoco estaban preparadas para el mundo digital de manera tan abrupta.
En este tipo de escenarios tan críticos es donde la Responsabilidad Social Empresarial (R.S.E.) cobra mayor relevancia para poder sobrellevar de mejor manera estos momentos difíciles. La cual, según Archie Carroll (1979), se ve manifestada en todas aquellas acciones que ejecutan las empresas y que conllevan el cumplimiento de cuatro responsabilidades de manera simultánea: las económicas, generar utilidades para sus accionistas; las legales, actuar bajo la normativa legal vigente; las éticas, comportamiento acorde a las creencias generalmente aceptadas por la sociedad; y las discrecionales, las cuales son obligaciones meramente voluntarias que asume una organización, como lo son las contribuciones filantrópicas.
Es así, como en el contexto de la pandemia que vino a modificar abruptamente todos los escenarios a los que estábamos acostumbrados, algunas organizaciones han demostrado su especial compromiso e interés por aportar al bienestar de la sociedad, dejando así de manifiesto que la R.S.E. no se queda solamente en un direccionamiento estratégico de la organización, sino que tiene su bajada a la práctica e implementación estratégica, sobre todo en momentos tan difíciles como estos. En este sentido, cabe destacar por ejemplo, la viña chilena Concha y Toro, quien anunció hace unos días la certificación de su Centro de Investigación e Innovación (CII), para realizar exámenes de COVID-19 y aportar así de manera concreta en la prevención y diagnóstico temprano del virus, sumado a la donación de 50 mil litros de alcohol gel y sanitizantes a las autoridades sanitarias.
Sin duda, los esfuerzos anteriores son una buena noticia en estos momentos, pero es de vital importancia que todas aquellas organizaciones que hoy pueden sumarse a estas iniciativas lo hagan, ya que con el compromiso de cada uno de los que integramos esta sociedad, haremos factible llevar de una mejor manera el control de esta crisis sanitaria que nos afecta a todos y todas.
Paulina Ceballos Garrido