Desde hace un tiempo en el mundo están sonando nuevas herramientas digitales de uso común, entre ellas las criptomonedas como Bitcoin y certificados digitales como los NTF (acrónimo en inglés de Non-Fungible Tokens o activos no fungibles).
En la práctica, los NFT corresponden a una firma digital que se añade a un archivo, la cual verifica que corresponde a un archivo único. Es decir, si aparece otro igual significa que es copia de éste. Si hacemos el símil con la vida real, es como comprar una camiseta de un jugador preferido, que es igual a todas las camisetas del mismo jugador, pero que se le añadió una firma que la hace única, y si aparece otra camiseta con esa firma se asume como mera copia. En el ámbito digital la firma no la hace una persona si no un algoritmo asociado a una criptomoneda bajo el sistema blockchain.
Bajo estas reglas se comenzó a crear un mercado en torno a la propiedad de estos archivos digitales, donde cada dueño de estos NFT asignaba un valor a su producto e inversores compraban estos archivos con la intención de revenderlos a un precio mayor en el futuro. En los inicios existieron muchos intentos de rentabilizar estos productos. Uno de los más famosos fue la colección limitada de avatares de los simios “Bored Ape Yacht Club”, donde músicos muy importantes gastaron millones de dólares para comprar un archivo de estos simios, generando que muchas personas ilusionadas vieran en este mercado una forma de aumentar su capital.
Se comenzaron a viralizar casos de personas que apostó poco capital y de un día para otro se volvían millonarios, lo que llevó a que más gente tomase sus ahorros de años de trabajo y se la jugaran en este mercado no regulado.
¿Qué pasó? Simplemente lo que ocurre desde los 90’s en el mundo digital: una crisis destruyó este mercado. Todo esto del mundo “cripto” se basa en un sistema descentralizado donde la regulación se crea a través de fórmulas matemáticas tras los sistemas. No existe la figura de un Banco Central que regule las transacciones, todo se verifica por algoritmos, por lo que nadie pone reglas. Luego comenzaron a existir problemas, como gente que perdía sus claves o éstas eran hackeadas, apariciones de NFT de todo (desde fotos de arte a pseudo contratos); pero al ser algo no regulado no se obtenía nada que tuviese valor en el mundo real. Así, con una NFT no se pueden exigir derechos y su valor se basa en la mera especulación.
Desde abril de este año las compras y ventas de estos artículos digitales cesaron y al no existir compradores todo se derrumbó. El caso más duro fue el de quien compró la imagen del primer Tweet por 2.9 millones de dólares y que al momento de la reventa la oferta más alta fue de 6.800 dólares. Una pérdida aproximada de un 99.8% de la inversión.
Como conclusión se pude decir que en el mundo digital siempre existirá este tipo de situaciones con la idea de invertir poco y obtener mucho. Cada uno puede poner su dinero donde quiera, pero tengan mucho cuidado con estos castillos digitales que se pueden caer en cosas de minutos y el dinero desaparece sin poder reclamar a alguien. El futuro de los NFT dependerá solo de una regulación bajo normas claras.
Jorge Torres Fuentes