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Educación financiera: una nueva arista de la RSU

Por cuarto año consecutivo, la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF) está celebrando el mes de la educación financiera. Esta iniciativa –unida a una serie de actividades relacionadas–, se ha convertido en una de las prioridades de política pública en el país, debido al pobre desempeño que Chile ha tenido con relación a los países de la OCDE, y a las potenciales consecuencias que una pobre educación financiera podría generar en el ámbito económico y financiero.

Antes de profundizar en las consecuencias y posibles soluciones a este problema, es necesario preguntarnos: ¿En qué consiste éste concepto y en qué radica su importancia? De acuerdo con la OCDE, la educación financiera involucra “el conocimiento de los principales productos financieros, y de los riesgos asociados a los mismos”. Este conocimiento guarda relación con el acceso al crédito, y los subsecuentes niveles de endeudamiento. De esta manera, un individuo financieramente educado no sólo asumirá los riesgos financieros a los que puede hacer frente, sino que también aprovechará los beneficios que ofrece el sistema financiero.

¿Qué señala la evidencia en relación al caso chileno? Los resultados de la encuesta de alfabetización financiera de la OCDE (2015) e información suministrada por la SBIF indican que los chilenos desconocemos los conceptos económicos y financieros básicos –lo que es conocido como analfabetismo financiero–, y que esta desinformación se ha traducido en la prevalescencia de altas tasas de endeudamiento y morosidad en el grupo de jóvenes y adultos mayores de la población. Paradójicamente, ambos grupos constituyen el segmento financieramente más vulnerable del país. En el caso de los jóvenes, esta vulnerabilidad se manifiesta en un fácil acceso a productos financieros, que es acompañado de una limitada capacidad para hacer frente a los compromisos adquiridos. La SBIF señala que un 98% de los chilenos mayores de 15 años cuenta al menos con un producto financiero, por lo que individuos que no son educados financieramente en el presente podrían tomar decisiones equivocadas a lo largo de su vida. Por su parte, en el grupo de adultos mayores, esta vulnerabilidad se manifiesta en un menor acceso a deuda en respuesta a los menores ingresos percibidos.

Si bien estas conductas no amenazan la estabilidad macroeconómica del país, la carencia de educación financiera podría poner en riesgo las condiciones de vida de las familias y pequeñas empresas chilenas. ¿De qué manera los distintos agentes podemos contribuir a incentivar una correcta conducta financiera? Si bien una mayor supervisión en el otorgamiento de productos financieros por parte de las instituciones financieras es indispensable para disminuir las altas tasas de morosidad, la participación de los distintos agentes es vital para la difusión del conocimiento. En este sentido, las Escuelas de negocios tenemos en frente una gran responsabilidad: ayudar a romper malos hábitos, contribuir a la adopción de buenas conductas y educar financieramente a los distintos grupos de la población a través de la difusión del conocimiento. Desde esta perspectiva, la educación financiera podría pensarse como una nueva faceta de la Responsabilidad Social Universitaria. Tenemos mucho que contribuir al mejoramiento de las condiciones de vida del país.

 

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