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¿Victimizar o criminalizar?

Mientras hacía la fila para ser atendida en una institución pública de la ciudad, fila que por cierto parecía más bien caribeña que chilena, pude constatar la clara y dura realidad que viven los inmigrantes en nuestro país. Sin saber ni jota de español, con un papel en una mano y en la otra el pasaporte, varios haitianos esperaban pacientemente su turno para enviar, probablemente, el dinero ganado en la semana a su país. Por supuesto, la dependienta no entendía su idioma y mostraba una evidente dificultad para deletrear el nombre y apellido de origen francés del cliente que estaba atendiendo. Paciencia cero, pero me imagino que debió ser el caso número veinte que le tocaba ese día. El haitiano terminó su trámite y lo interceptó una chilena, que también esperaba en la fila, para regalarle diez mil pesos. Supongo que esa dualidad de comportamiento la viven a diario porque victimizar o criminalizar a los inmigrantes es una práctica muy común entre los chilenos.  Y es que al parecer, en todo tema polémico, nuestras opiniones son más bien extremas, sin lugar a matices. Según la encuesta CEP, el 40% cree que los migrantes les quitan posibilidades de trabajo y un 41% los asocia a la comisión de delitos.

También es cierto que cada vez vemos con menos asombro gente de color en las calles de la ciudad y si bien en un comienzo era visto como toda una novedad en un país que tiene mezcla indígena con español, hoy los inmigrantes pasaron a ser parte del paisaje de Chillán. Llegaron con su idiosincrasia caribeña tan diferente a nuestras costumbres andinas, casi hoscas, a enfrentar un clima adverso y un idioma distinto. Entonces no es de extrañar que la integración haya resultado compleja.

Su realidad es dura, pero vienen escapando de una pobreza aún más extrema. Haití cuenta con 11 millones de habitantes y las cifras informales hablan de 40 mil los haitianos en Chile. La razón  por la que escogen Chile es la situación económica de nuestro país y porque el caribe ya le cerró las puertas desde hace un par de años. Su ingreso per cápita es considerablemente más bajo, más de la mitad de la población vive bajo el umbral de la pobreza y para qué mencionar la esperanza de vida… los aventajamos en 20 años.

La migración es un derecho humano y como tal es inherente al hombre, pero eso no impide que se reclame porque se ordene el proceso, un proceso que permita una integración como corresponde.

No obstante, hay experiencia de empresas en la ciudad que han integrado dentro de su personal a extranjeros y hoy cuentan con venezolanos, haitianos, españoles y uruguayos. Puede ser que sean empresas más modernas, más abiertas y con claras intenciones de asimilar la globalización que está viviendo Chillán. La experiencia ha sido más que recomendable: cuentan con buen currículum, hacen bien su trabajo porque lo necesitan y mucho; la empresa en general se ha visto enriquecida con una nueva cultura. Pero lo más destacable es su optimismo y alegría de trabajar, esperemos que esa “enfermedad” sea la que de verdad contagie a los chilenos. Entonces en vez de victimizar o criminalizar, integrémoslos  en la vida laboral, aprovechemos su expertise, su conocimiento y su capacidad de trabajo en beneficio de nuestra empresa y de ellos mismos.

 

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