Las circunstancias producidas por la pandemia del COVID 19 obligan a las universidades a ductilizar sus estrategias y medios con el fin de dar una luz de esperanza a los estudiantes y sus familias, para que el oscuro presente no empañe sus planes futuros.
La solución inmediata: continuar impartiendo las clases en modalidad no presencial. Distintas expresiones están siendo usadas para referirse al fenómeno. Así tenemos, educación a distancia, enseñanza online, virtual, entre otras. Lo cierto es que la contingencia sorprende a docentes y estudiantes, desafiándonos a reinventar sobre la marcha, nuestra forma de enseñar y de aprender, respectivamente.
Al respecto, es necesario hacer algunas precisiones. La educación a distancia es una forma de enseñanza basada en el uso de las tecnologías de la información y requiere – más allá de los software – de ciertos patrones de diseño y una acabada planificación. Las clases que iniciarán el año académico 2020, utilizarán video charlas o conferencias, sincrónicas o asincrónicas, donde se podrá establecer interacciones entre alumnos y profesores vía chat o e-mail, pero no es educación a distancia en la pureza del concepto. Es preciso hacer esta distinción, no para denostar el esfuerzo que se pondrá en el intento, sino para que los estudiantes comprendan que se está acudiendo a una medida de emergencia, que no reemplaza la tradición de las aulas, el contacto profesor-alumno. Esta medida, no llegó para quedarse.
La razón de por qué no podemos eternizar la modalidad que se está adoptando tiene un fundamento: los modelos educativos de la mayoría de las universidades chilenas se basan en los postulados de la Educación por Competencias. Puesto de una manera muy simple, en el paradigma de la educación por competencias, la participación de los estudiantes en la gestión de su propio aprendizaje es crucial: el desarrollo de la competencia se demuestra con una actuación o la realización de un producto, y el docente certifica a través de la observación de estas conductas que el estudiante haya logrado el objetivo. Dicho de otra forma, se evalúa no solo el fin, sino cómo se consigue. Por otra parte, el modelo por competencias no es una moda, tiene sustento en una teoría. La teoría de aprendizaje imperante postula que el proceso-aprendizaje (valga la redundancia) se logra en la interacción y la colaboración con otros. Todo este constructo demanda que para enseñar y evaluar requiere verse las caras, colaborar, discutir y crear: hacer. ¡Claramente, ese objetivo no se logra en el despoblado!
No obstante, la educación a distancia sí es una opción viable para algunos cursos dentro del programa de una carrera universitaria, pero no puede convertirse en la única opción de entrega. En el presente inmediato, lo que estaremos haciendo es un esfuerzo por continuar, por dar una señal de normalidad ante una incertidumbre que apremia. Será necesaria una cuota grande de flexibilidad, comprensión, proactividad de todos los actores implicados. Deberemos desplegar lo mejor de nuestras voluntades para que el tan preciado recurso “tiempo” se aproveche, para el bien personal y para el bien general en el actual estado de urgencia.
Carmen Pérez Riquelme