De acuerdo al Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible (2000), la responsabilidad social empresarial (RSE), es el compromiso continuo de las empresas para comportarse éticamente y contribuir al desarrollo económico, mejorando la calidad de vida de los empleados y sus familias, de la comunidad local y de la sociedad en general. De lo anterior, se desprende automáticamente que las empresas no solamente existen para la generación de utilidades y rentabilidad para sus accionistas, sino que sus obligaciones deberían ir más allá de lo que establece incluso la ley, pues son entidades – que al igual que las personas naturales – tienen derechos y obligaciones con el entorno que les rodea, por ende se deben esforzar por mantener una relación de armonía con su ambiente, en la búsqueda de aceptación como un ciudadano más.
Hace algunos días atrás, hemos sido testigos del gran revuelo que ha causado la tramitación de 11 proyectos de centros de cultivo acuícola, que la empresa Inversiones Pelícano S.A., buscaba instalar en las costas de Ñuble, lo cual esconde detrás, un mega proyecto que al ser presentado de manera parcelada dificulta medir el impacto medioambiental que estos en su conjunto podrían acarrear para el equilibrio ecológico de la costa de Cobquecura. Si bien, el pasado 8 de octubre la Comisión de Evaluación Ambiental de la Región de Ñuble, presidida por el intendente Martín Arrau, rechazó de forma unánime uno de estos 11 proyectos en evaluación y la empresa en cuestión desistió de 3 de estas iniciativas, aún existe expectación y preocupación entre los vecinos de la mencionada comuna, pues si bien habría ahora un precedente, aún quedan 7 proyectos por ser evaluados.
La responsabilidad social empresarial es un compromiso voluntario por parte de las organizaciones a integrar consideraciones sociales y ambientales en sus operaciones, sin embargo, hoy en día, al parecer, y por los antecedentes expuestos, aún estamos lejos de interiorizar estas prácticas como parte de las directrices estratégicas de las compañías, por lo tanto la presión que ejerce la sociedad juega un rol fundamental, y así lo ha demostrado la comunidad de Cobquecura, quienes no han dado tregua a la hora de defender sus costas.
Es importante recalcar, que si bien una empresa puede estar actuando bajo las normativas legales, esto no implica que su comportamiento sea socialmente responsable, ni mucho menos, tenga la aceptación del entorno que la rodea, pues en este punto, se hace esencial ser “buenos vecinos”, lo cual implica cuidar y reconocer aquello que para la comunidad resulta relevante.
Antes de finalizar esta columna, es imperioso hacer un llamado a reflexionar con respecto al tema, ya que cada vez que se tengan que implementar leyes y normativas más estrictas y restrictivas a las empresas, se reduce el campo de acción de la responsabilidad social empresarial, entendiéndose esta como algo que va más allá de las obligaciones legales e intereses que tienen las compañías, disminuyendo la posibilidad de realizar acciones que simplemente favorezcan el bien social, sin tener como foco una mejora en la valoración de marca o la reputación.
Paulina Ceballos Garrido