Así como podemos cambiarnos de compañía de telefonía móvil a través de la portabilidad numérica, la posibilidad de traspasar nuestras cuentas y deudas entre un banco y otro pronto será una realidad. Hace un par de meses se promulgó la Ley Nº 21.236, que regula la portabilidad financiera en Chile. Se espera que comience a operar el 8 de septiembre de este año.
Esta política es relativamente nueva a nivel mundial. En la Unión Europea fue establecida en 2014, para que gradualmente sus países miembros vayan implementándola (por ejemplo, Italia en 2015, Francia en 2017 y España en 2018). Por otra parte, México promulgó desde el año 2014 avances en esta materia para los créditos hipotecarios. En dicho país, la tasa de refinanciamiento subió de 1.6% a 14.3% en dos años.
La portabilidad financiera se aplicará a diversos productos tales como créditos de consumo, hipotecarios, tarjetas de crédito, cuentas a la vista, cuentas de ahorro, etc. Se espera que esta iniciativa mejore las condiciones crediticias y de financiamiento para las personas, micro y pequeñas empresas, ya que robustecería la competencia entre los distintos actores del mercado, dado los potenciales incentivos de captación de nuevos clientes y de retención de los ya existentes. Esta mayor competencia generaría menores costos en los productos financieros. Además, facilitaría el acceso a la información, de modo que los clientes puedan cotizar con mayor facilidad antes de tomar una decisión.
Si bien esta portabilidad anticipa muchas ventajas para los chilenos, es posible que se den algunas limitaciones en su implementación. Podría estar condicionada a la situación financiera de cada cliente. Por ejemplo, una persona con un mayor riesgo de morosidad e insolvencia enfrentaría barreras en el cambio a otra institución, si esta última no estuviere dispuesta a asumir una cartera de clientes más compleja.
Por otro lado, ante la posibilidad de portar los créditos hipotecarios a otra entidad, es posible que se produzcan diferencias en los informes de tasación entre las instituciones financieras. El nuevo banco podría no estar conforme con la tasación anterior, y en consecuencia, solicitar un nuevo informe.
En unos años más podremos conocer con claridad los resultados concretos de la portabilidad financiera en muchas dimensiones: acceso a productos financieros, endeudamiento de los hogares, costos crediticios en base a intereses y comisiones, tasas de interés de los productos de ahorro, tiempos de tramitación para la obtención de servicios de la banca, etc. Esperamos que el sistema financiero en nuestro país vaya cada día perfeccionándose y adecuándose a las nuevas realidades, tanto económicas como sociales. Especialmente en estos momentos donde muchas familias están siendo afectadas por la pandemia, todos los actores involucrados tienen algo que contribuir: los organismos reguladores (con normativas y fiscalización más robustas y eficientes), las instituciones financieras (funcionando bajo una lógica de comercio justo o fair-trade) y los individuos (mejorando sus niveles de educación y conducta financieras).
Carlos Delgado Fuentealba