El dólar se asocia al concepto de divisa que simplemente significa moneda extranjera. Además, se reconoce como un mercado derivado, lo que implica que su compra o venta depende de otros mercados principales, como por ejemplo el de importación y exportación de mercancías, del turismo, de las inversiones, ente otros. Luego, el precio se fija por la interacción entre la oferta y la demanda; en este caso, el precio se denomina tipo de cambio.
La teoría de mercado nos indica que a mayor demanda el precio sube motivado por la escasez que se genera en el mercado. En contraparte, a mayor oferta el precio baja debido al concepto de abundancia. Es importante aclarar que, en la terminología del mercado de divisas, estas variaciones se denominan depreciación/apreciación del tipo de cambio, respectivamente. En definitiva, para comprender la fluctuación de la moneda americana debemos revisar por qué algunos comprarían dólares (presión en la demanda) y por qué otros estarían dispuestos a venderlos (presión en la oferta).
Una persona desearía comprar dólares principalmente para viajar fuera del país, para importar productos en moneda extranjera, para invertir en el exterior, por especulación financiera (el objetivo es ganar el diferencial de precios mediante operaciones de compra y venta de divisas) o para resguardar el valor de la moneda local frente a escenarios de importante inflación o de debilitamiento económico. Por otra parte, la oferta disponible de dólares en el país depende esencialmente del nivel de exportaciones, de la inversión directa en nuestro país, de los gastos de turistas extranjeros y también por especulación financiera.
Luego de estos conceptos preliminares podemos analizar por qué el dólar se ubicó sobre los 1.000 pesos en julio y durante gran parte de agosto sobre los 900 pesos, alcanzando máximos históricos con un diferencial de $264 entre el máximo y el mínimo del presente año.
Sin duda, además de estos fundamentos económicos, el escenario actual es propicio para alzas atípicas del tipo de cambio, influenciado principalmente por dos vías. Primero, tenemos un contexto internacional distorsionado por una situación post pandemia que dejó una fuerte inflación y que, para sobrellevarla en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos, se ha subido reiteradamente la tasa de interés, generando que el capital fluya hacía dicho país y por ende depreciando todas las demás monedas. Complementariamente, el conflicto Rusia-Ucrania afecta en la misma dirección. Segundo, estamos viviendo un proceso interno de incertidumbre por las recientes votaciones por una nueva constitución, y en ese sentido cuando la carta magna de cualquier país está en revisión se genera un proceso en que la economía modera su dinamismo hasta volver a tener un escenario conocido para el corto y largo plazo.
Para cerrar esta columna, es interesante mencionar que en la historia económica de Chile el tipo de cambio estaba explicado de manera importante por el precio del cobre, mostrando una relación inversa, la cual en el presente año se ha debilitado en favor de los dos argumentos descritos anteriormente.
Roberto Herrera Cofré