Todos los años, desde 1975, cada 30 de abril culmina el plazo de presentación de la declaración de renta de empresas y personas. Para los contadores y profesionales tributarios, este proceso se inicia masivamente en marzo, con la presentación de una serie de determinaciones específicas y declaración de detalles de las operaciones del año correspondiente (el año comercial 2021 se declara en abril del año 2022). Estas son las conocidas Declaraciones Juradas (DJ), alimento fundamental del sistema de propuestas y facilitación de declaraciones que promueve el Servicio de Impuestos Internos (SII), en concordancia con uno de sus pilares fundamentales: facilitar el cumplimiento tributario de los contribuyentes.
Este sistema, hasta el año 2016, funcionaba perfectamente. Era un hecho que cada profesional contable tenía sus tiempos y ordenamientos alineados con el proceso y en perfecta planificación, en función de los vencimientos y requerimientos específicos. Constituía un trabajo limpio, ordenado, y de calidad.
Pero este orden se fue alterando con las leyes 20.780, 20.899 y 21.210, de reformas tributarias, y otras normas de modernización del Estado, como son la ley 21.327, la cual obliga a ingresar información laboral a la plataforma de la Dirección del Trabajo, con el fin de facilitar, modernizar, agilizar, y hasta mejorar el sistema tributario y sus subsistemas de información, procesos de declaraciones y otras de obtención de información. Pero, en la práctica, lo anterior generó un caos sistemático del proceso de Operación Renta Anual, lo que ha traído consigo una serie de efectos no deseados.
Un estado moderno e informado, debería contar con mejoras y herramientas eficientes para cumplir su rol fiscalizador. Sin embargo, en el intento, se ha quedado en el ensayo y error, en aparente prueba permanente. Desde el año 2019, pandemia en curso, se han debido establecer postergaciones forzadas de los plazos de vencimiento, confirmados en general un día antes del plazo original, en respuesta a las innumerables inconsistencias y fallos del sistema informático fundamentalmente, evidenciando una pobre preparación y planificación de implementación, quedando en modo improvisación per saecula saeculorum, muy probablemente, para cumplir con sus plazos autoimpuestos de cumplimiento. Esto ha llevado a que el trabajo de los contadores de todo el país termine siendo un laboratorio de pruebas, con un costo no menor en sus vidas, cargas importantes de agotamiento, desgaste, estrés e impotencia, jamás vividos hasta este momento.
La modernización, automatización y sistemas de información robustos y sólidos, a todas luces son atributos inmejorables de una eficiente gestión tributaria y de recaudación fiscal, siempre que no se dañe el cuerpo experto de profesionales que son los únicos capaces de alimentar los sistemas y hacer que este funcione, para luego llenar las portadas de exitosas operaciones de declaraciones de renta y recaudación, sin fallas, o unas muy puntuales o menores.
Claudia Garcés Moraga