En marzo de este año redacté una columna que titulé: “A otros enseñaron secretos que a ti no”, escrita con una visión bastante pesimista y alarmista de los cambios que nos esperan. Mi problema hoy… es que no estoy de acuerdo conmigo.
La conocida científica polaca Marie Curie, primera mujer en recibir un Premio Nobel, en 1903, acuñó la frase “ahora es el momento para entender más y temer menos”. Ciertamente es difícil apreciar los cambios en perspectiva, porque los vemos en tiempo presente, incluso cuando estos cambios acechan nuestro entorno directo; la política, las profesiones, las relaciones, la familia, etc. Tenemos resistencia a detectarlos, porque los miramos con un sesgo de necesidad de estabilidad y tradición.
Pero, ¿cómo comienzo a adaptarme a aquello que no sé en qué se va a transformar? Cambios sociales, climáticos, tecnológicos, globalización, si pasamos en pocos años desde una sociedad interconectada a una interdependiente –si China tose Chile despierta con bronconeumonia–. Lo cierto es que para poder visualizar los cambios tenemos que ver los efectos que éstos producen y cómo la sociedad se reorganiza, desarrolla y crece para adoptarlos. Más aún, creo que las crisis de las instituciones tradicionales han permitido que las nuevas generaciones desarrollen su libertad de pensamiento – punto equidistante del pensamiento entre el Estado, la iglesia y la familia-, centrando su atención en los grandes valores universales, tales como; conciencia social de las inequidades, cuidado medioambiental, búsqueda determinada de la igualdad, respeto a las libertades personales, mayor conciencia inclusiva y la búsqueda implacable de la felicidad no del estatus como lo fue en nuestra generación.
Entonces ¿cómo nos preparamos para lo que viene? Para responder a esta pregunta, no puedo estar más de acuerdo con los dichos del periodista y escritor estadounidense Thomas Friedman, tres veces ganador del premio Pulitzer, quien menciona que, a pesar que “muchas personas están en el negocio de meterle miedo a otras”, debemos afrontar los cambios de forma personal, pensando como inmigrantes (ser un optimista paranoico para siempre mirar cómo puedo avanzar), pensar siempre como profesionales en estado beta (en constante estado de reinvención, un aprendiz de larga vida o en formación permanente) y ser un verdadero artesano (realizar nuestro trabajo de forma única, para que sin tallar nuestras iniciales nuestros clientes vean el valor de nuestro trabajo).
Sumado a lo anterior, estoy convencido que dejando de lado el ruido de las opiniones y el pensamiento de otros, seremos capaces de escuchar y seguir a nuestra propia intuición. De algún modo, esa voz se conecta con nuestra resiliencia, adaptabilidad y propulsión, para poder por fin ver aquellas oportunidades que se conectan con nuestras pasiones.
La famosa folclorista argentina Mercedes Soza ya lo dijo en una de su más conocidas interpretaciones: “Cambia el rumbo el caminante … aunque esto le cause daño ..y así como todo cambia.. que yo cambie no es extraño”. Que disfruten sus vacaciones.
Víctor Díaz López