Existe un número importante de programas o instrumentos de apoyo para personas y empresas (nuevas o antiguas) que los Gobiernos promueven a través de instituciones como Fosis, Sercotec, Corfo, Innovabiobío, entre otros. Me refiero a instrumentos como: yo emprendo en comunidad, educación financiera, capital semilla, capital abeja, iniciativas de desarrollo de mercado, gestión de la innovación en empresas chilenas, nodos para la competitividad, etc. Cada uno de ellos apunta a resolver o mejorar problemas tanto de personas como de empresas en ámbitos como: el ingreso familiar, el empleo, la productividad de las empresas y el crecimiento de las mismas. Cabe preguntarse si dichos instrumentos o programas han tenido el efecto deseado o cómo podrían mejorar sus resultados.
Para esto la primera pregunta apunta a saber ¿cuál es el efecto de un determinado programa?, y aquí aparece el primer problema, el diseño de los programas no contempla la provisión de los recursos necesarios para medir, ni se considera de forma precisa qué medir. Esto provoca que en la mayoría de las ocasiones se entreguen los fondos de dichos programas y los esfuerzos se concentren en auditar que dichos fondos se gasten, dado que la contraloría general supervisa los dineros públicos, y no en los resultados (dada también la escasez de personal calificado).
Finalmente las instituciones disponen de fondos para entregar a los beneficiarios, pero son escasos los fondos para administrar esos mismos fondos. En algunos casos se logran medir los resultados, luego la siguiente pregunta es, si no se hubiera realizado ese determinado programa (entrega de recursos) o se hubiera hecho de otra forma ¿cuál hubiera sido el resultado? Esto apunta más que a “medir” a “comparar” y es un ejercicio que la literatura especializada en estos temas define como “evaluación de impacto”. Acá aparece el segundo problema, dado que para medir el impacto de manera ideal, se necesita otro sujeto (grupo de control) con idénticas características que el beneficiario, pero que no haya recibido el subsidio o usado dicho programa. En ciencias sociales este fenómeno es más difícil de tratar que en las ciencias exactas, dado que en el segundo caso se hace más sencillo aislar el efecto de las variables que no son de interés. La buena noticia es que existen técnicas y herramientas que apuntan a resolver este problema.
La CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), por ejemplo, ofrece un “manual para la evaluación de impacto de proyectos y programas de lucha contra la pobreza”, está disponible para descarga online. Existen también variados procedimientos y técnicas estadísticas para ayudar a resolver el problema del grupo de control en ciencias sociales. No es el ánimo de este artículo profundizar sobre estas técnicas, pero si lo es resaltar la importancia de medir y comparar los programas que se utilizan para mejorar tanto la calidad de vida de las personas y su entorno, como el crecimiento y la productividad de las empresas.
Rodrigo Fuentes Solís, Académico Escuela de Administración y Negocios, Universidad de Concepción.