La humanidad, debido al desarrollo y crecimiento, ha llegado a un punto en que el agua es un recurso escaso y vital. De la totalidad de agua que hay en el mundo, el 97% es agua salada y sólo el 3% es agua dulce. De éstas, dos tercios no son accesibles para el hombre puesto que se encuentran en glaciares, hielos eternos y nieves; es decir, sólo el 1% del agua en el mundo es dulce y está disponible para el ser humano, lo cual explica su escasez y la necesidad de hacer eficiente su uso.
Estudios realizados por la Dirección General de Aguas, señalan que el uso del agua en el país alcanza un valor de 2.000 m3/s de caudal continuo, de los cuales el 67,8% corresponde a usos hidroeléctricos y el 32,2% a usos consuntivos. Entre los usos consuntivos, el riego representa el 84,5% a nivel nacional, en tanto que el uso doméstico equivale al 4,4% y es utilizado para dar abastecimiento al 98% de la población urbana y a cerca del 80% de la población rural. Los usos mineros e industriales representan el 11% del uso consuntivo total.
Se estima que para el año 2030, a nivel mundial, tendremos un déficit hídrico del 40%. En este escenario gravísimo, Chile se encuentra en el lugar 30 de países más afectados por la sequía y número 1 en Latinoamérica. Desde hace más de 11 años que nuestro país enfrenta una mega sequía y actualmente el 72% del territorio nacional está afectado en algún grado.
En este escenario, el grupo Medioambiental del Sistema de Naciones Unidas (SNU) define siete dimensiones del problema de la escasez hídrica en nuestro país: 1) Los efectos del cambio climático, que afectan negativamente en las precipitaciones, los glaciares y los acuíferos en gran parte de nuestro territorio, es decir la oferta está disminuyendo; 2) Presiones de las actividades productivas y/o extractivas, donde la demanda hídrica está aumentando producto del crecimiento económico y la especialización en sectores intensivos en uso de agua; 3) Brecha de gestión de recursos hídricos, dado que la variabilidad geográfica y climática de Chile plantea importantes desafíos y la disponibilidad de agua en cantidad y calidad adecuada varía mucho según la zona geográfica; 4) Infraestructura inadecuada para enfrentar la escasez hídrica, ya que los sistemas de agua potable urbano se encuentran envejecidos, los sistemas de Agua Potable Rural (APR) no logran garantizar los estándares de calidad y cantidad de agua, y los sistemas de riego no son lo suficientemente eficientes; 5) Limitaciones del marco legal actual, donde el estado de los recursos hídricos, su asignación y calidad dependen de la legislación que los regula; 6) Dispersión institucional en la toma de decisiones obstaculiza la coordinación, ya que 43 instituciones proveen más de cien funciones relacionadas con el agua; 7) Disponibilidad y uso limitado de datos sobre el estado de los recursos hídricos, tanto en calidad como en cantidad, para la toma de decisiones, así como el uso parcial de información actualizada, desafían la toma de decisión. Entonces, ¿qué podemos hacer? Las recomendaciones de la SNU para Chile serán abordadas en una próxima columna.
Ricardo Peréz Tirapegui