El mundo de la bolsa de valores ha sido siempre un lugar muy complejo. Su naturaleza nace del comportamiento humano, con decisiones rápidas e impulsivas, con la fe ciega con la que se decide se generará un efecto y todo el resto de los inversores se comportarán dentro de ciertos parámetros.
La búsqueda de generar un modelo matemático que ayude a la toma de decisiones para la compra y venta de acciones ha llevado a algunas personas a intentarlo. El gran Isaac Newton, cuando ya había terminado sus grandes investigaciones, invirtió su dinero en la bolsa, logrando muchos aciertos, pero terminando con la pérdida de casi todo su capital al tomar una serie de malas decisiones. Lo cita en su diario “…puedo calcular los movimientos de los cuerpos celestiales, pero no la locura de la gente…”.
Uno de los aspectos de la bolsa es el mercado de opciones, donde un contrato otorga al comprador el derecho, pero no la obligación, de comprar o vender un activo subyacente a un precio específico en una fecha futura determinada, conocida como la fecha de vencimiento. Por ejemplo, en el año 600 A.C. el gran Tales de Mileto predijo que la cosecha de olivos del próximo año sería cuantiosa, por lo cual, hizo un trato con los dueños de prensas de olivas para que en ese entonces le cobraran un precio fijo por el uso de éstas. Con esta decisión, Tales arriesgaba a perder dinero si el precio de uso de las prensas bajaba, pero si aumentaba, al tener un mayor volumen de cosecha, el precio de uso se cuantificaba y él podría vender su aceite a mayor precio e igualmente obtener ganancia, lo cual ocurrió.
Esto, llevado a los mercados actuales, genera un gran juego de apuestas, donde los inversionistas prueban su habilidad al intentar predecir si el precio de un activo sube o baja en un período específico de tiempo. El gran problema es que con un mercado sumamente volátil y aleatorio, no se logra obtener una forma precisa de estimación de los valores para fijar valor a un activo y reducir la probabilidad de perder dinero en el proceso. Pero en los años 70, cuando varios físicos y matemáticos fueron capaces de crear, cada uno por su cuenta, la misma ecuación diferencial que permitía modelar el precio óptimo para la compra de estos activos a futuro y hacerse ricos en el proceso.
Mientras esto fue un secreto la ecuación funcionaba de maravilla, dado que era tan poca la gente que lograba estimar los valores que hacían que el mercado se comportase como la ecuación lo predecía. Pero este secretismo llego a su fin cuando en 1973 Black-Scholes y Merton presentaron sus conclusiones en una revista científica y esa misma ecuación fue puesta al alcance de todos. Ese mismo año se creó el Mercado de Opciones de Chicago y por primera vez toda la industria bursátil adoptó rápidamente una ecuación matemática para su uso diario. El problema que generó es que su uso reduce la probabilidad de pérdida de inversión, pero también la de ganancia.
Así, se creó un verdadero monstruo donde el mercado de opciones mueve valores muy superiores a los activos originales. Volviendo al ejemplo de Tales de Mileto, el mercado “uso de prensa” termina moviendo más dinero que el valor de las prensas en sí.
Jorge Torres Fuentes