Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) los adultos mayores superan las 2.800.000 personas, equivalente al 16,2% de los habitantes del país. Es decir, el Censo reveló que más del 16% de la población chilena es ya adulto mayor.
El envejecimiento a nivel nacional seguirá aumentando. Se espera que al 2035 la edad media de la población sea aproximadamente de 42 años y, según estimaciones a nivel regional de la población en Chile 2002- 2035, la población mayor de 65 años será mayoría en 13 regiones del país.
La pregunta es necesaria e inquietante ¿estamos preparados como sociedad para una de las transformaciones más significativas del Siglo XXI?
Una respuesta puede y tiene que ser a través de la innovación. Tenemos el desafío de incorporar a este segmento de la población, empoderando a las personas para que decidan cómo vivir y envejecer. No nos alarmemos por las cifras, pero para el 2050 la población mundial perteneciente a la tercera edad habrá aumentado más del doble, pasando de 1.000 millones a 2.000 millones de personas. Esto significa que para ese entonces el 22% de los habitantes del planeta tendrá sobre 65 años.
Más que una interrogante, esto es una oportunidad para todos los sectores de la economía. Se pueden desarrollar oportunidades de inversión en diversos mercados, principalmente en los sectores de consumo, salud, vivienda, a través también de la gestión patrimonial y de pensiones. La gente mayor es capaz de aprender, la psicología y neurociencia muestran que el cerebro es capaz de adquirir habilidades nuevas a los 30, 50 o incluso hasta los 90 años. Los sectores educativos, la ciencia, la cultura, etc., tienen un desafío importante para incorporar al adulto mayor no sólo como política pública, sino que como componente activo para el desarrollo conjunto de muchas actividades.
Sin duda, el mercado laboral es el que más reciente este campo poblacional. Hoy uno de cada cinco adultos mayores declara trabajar, pero esto ya va en aumento. Como sociedad es necesario que fomentemos de forma decidida la incorporación al mundo del trabajo de este rango etario, más aún considerando la llegada de la automatización y digitalización en las empresas.
Para muestra, un reciente estudio “Brecha en el uso del Internet”, realizado por Fundación País Digital, señala que las personas de la tercera (60 a 80 años) y cuarta edad (80 en adelante) son en proporción, el menor número de usuarios de Internet. De hecho, de quienes tienen más de 80 años, sólo un 9,8% usa las plataformas web.
Las empresas tienen un enorme desafío incorporando la innovación con el adulto mayor, no sólo como un mercado económico sumamente importante para el desarrollo de productos y servicios, sino que, además, incorporar esta fuerza laboral tiene un sinnúmero de beneficios: personas con alta experiencia, marcada calidad de servicio, inteligencia emocional; entre otras habilidades, que aportan a una combinación exitosa que fomenta el aprendizaje y experiencia intergeneracional que será un beneficio para todos.
Es por ello que la innovación no sólo es en el adulto mayor sino que con él. Diseñar, crear, incorporar, pensando en comunidad y socialmente involucrados puede ser la gran repuesta para esta tremenda oportunidad que ya llegó.
Yerko Cortés Soza