Dentro de la psicología cognitiva existen muchos investigadores que afirman que los errores ayudan a aprender, lo cual es algo lógico, pero que a veces olvidamos. Además, y producto de la vida en pandemia que llevamos durante dos años, los alumnos tuvieron que asumir un rol de auto reguladores de su aprendizaje, ya que fue muy complejo para la mayoría de los profesores revisar el desarrollo de cada uno de los avances de los alumnos. Por ende, muchos de los educadores simplemente realizamos el ejercicio o tarea propuesta y luego dejamos que el alumno revisase y comparara con lo que él había resuelto por sus propios medios.
Esto llevó a que los estudiantes se acostumbrasen a copiar lo correcto e imitar luego los procedimientos que le resultasen cómodos y prácticos, pero sin tener un apego con el desarrollo realizado. El problema de esto es que esta inseguridad les impide confrontar y ceder ante un error.
Al aprender algo nuevo es esperable que se comentan errores. Es parte del aprendizaje y ayuda a la conceptualización de las nuevas materias. Entonces ¿por qué nos da miedo equivocarnos? Y aquí podemos considerar dos variables. La primera y más común es el profesor. Muchas veces se produce una falta de empatía con el estudiante que ha cometido un error conceptual y se da un comentario desafortunado o se tiene una actitud que puede ser mal interpretada. Nadie está libre de esta situación y de forma involuntaria se puede dar señales de que el alumno sufrió menoscabo y así no se siente impulsado a preguntar. La segunda variable es el mismo estudiante y su miedo a la frustración. Como se dijo anteriormente, es normal equivocarse al aprender algo nuevo, pero en la cultura actual, con internet de por medio, cometer un error lleva casi de inmediato a la creación de una burla digital que se viraliza en sus redes de contacto. Por lo cual, como medio de salvaguardar su reputación, es más válido evitar esta confrontación que vivir una posible burla.
Lo anterior lleva a los docentes a tratar de volver a formar la cultura al alumno de asumir que puede equivocarse. Para esto existen cuatro actitudes que ayudan. Primero no limitarse a corregir solo el error, si no hacer que el alumno lo confronte, mostrando más casos o situaciones, donde su error siga sin tener sentido y en lo posible tratar de encontrar la raíz de esta conceptualización. Lo segundo es apoyar al estudiante motivándolo a superar y corregir los errores, para lograr una experiencia que le permita tener una sensación de éxito personal. Tercero, hacer un catastro de errores; aunque es laborioso, una buena herramienta es identificar errores comunes en los alumnos y categorizarlos para a futuro crear material donde se analicen los errores más comunes de forma específica y así eliminarlos. Cuarto dejar en claro que los errores están totalmente permitidos y generar un clima de confianza con el grupo curso y que el respeto entre pares es la misma que en la relación profesor-alumno, por ende, se debe tratar como algo muy importante y que se debe cuidar para que todos avancemos.
El gran problema de no tratar los errores conceptuales a tiempo es que el alumno interioriza ese conocimiento y le da un sentido lógico que no corresponde. Entonces, al momento de que alguien se lo haga reconocer más adelante lo negará, porque ya es parte de su estructura de pensamiento.
Jorge Torres Fuentes