El estallido social está impactando a Chile de distintas maneras. Independientemente de cómo interpretemos el fenómeno o generemos una narrativa en torno a él, la sensación de crisis nos hace estar especialmente sensibles e irritables, y todos, de una u otra forma hemos estado experimentado distintas emociones durante estos casi cinco meses. Desde la rabia, la inseguridad y la tristeza, hasta la generación de expectativas y esperanzas de cambio.
Evidentemente los seres humanos no dejamos nuestra emocionalidad en la casa cuando vamos a trabajar, por lo que las organizaciones son un espacio donde éstas se manifiestan. Uno de los resultados puede ser la polarización de las visiones que están en juego, generando conflictos que afectan el clima laboral. Otra preocupación, son las posibles desvinculaciones producto de la pérdida de fuentes laborales.
Si consideramos que además en nuestro país las enfermedades profesionales de salud mental ya venían en aumento durante los últimos 4 años (51% durante ese período), se hace prioritario que las organizaciones se tomen en serio el bienestar de las personas y busquen estrategias para abordar internamente la crisis, generando espacios y entregando herramientas a los trabajadores para gestionar su emocionalidad.
Esto implica todo un desafío para recursos humanos, área que adquiere un rol importante en esta crisis, porque finalmente las demandas son de carácter social. Hoy los trabajadores estamos evaluando con ojo más crítico que tal nos trata la organización para la cual trabajamos, que tan creíble y consistente es ésta, que tan equitativa es en términos de recursos, remuneraciones, poder, liderazgo, equidad de género, etc. Es decir, el balance y la cuenta, no sólo es externa sino también interna, hacia la propia empresa.
La generalidad de las medidas de apoyo se han limitado a facilitar la logística del trabajador y a informar medidas en torno a la seguridad, flexibilidad de horarios y en los casos que es posible, permitir el home office. Si bien son medidas imprescindibles, el desafío principal consiste en generar espacios para la comunicación y la escucha, conteniendo y apoyando psicológicamente a los trabajadores en la actual situación de crisis. Es fundamental promover el autocuidado, escuchar los miedos, ansiedades y preocupaciones.
Cada persona es un mundo, por lo que las reacciones dependerán de la naturaleza y gravedad de lo que la persona esté experimentado, de su historia personal y familiar, de si cuenta o no con apoyo, del estado de salud general, de problemas de salud mental, entre otras cosas. La empresa debería conocer a sus trabajadores.
Aquellas organizaciones que promueven una cultura empresarial empática, abierta, de confianza y que escucha a sus trabajadores, independientemente de su puesto y responsabilidad, están en un paso adelantadas en la búsqueda del bienestar organizacional. Esta tarea no es de empresas grandes o pequeñas, no es un problema de recursos, tiene que ver con la conciencia que tienen las organizaciones de su responsabilidad en mantener un equilibrio entre la salud financiera de la organización y el bienestar psicosocial de los trabajadores.
Macarena Dávila Vera