Al igual que el concepto de calidad asociado a la mejora continua, el aprendizaje, como todo proceso, no es la excepción y requiere de constante actualización. En este sentido, hace ya dos décadas la UNESCO planteó los objetivos de la educación universitaria en este orden: formar buenos ciudadanos, buenos profesionales y dar educación de por vida. Este último objetivo se convierte en todo un desafío para las Instituciones de Educación Superior (IES), que, en un contexto de permanente transformación, deben dar respuesta a la obsolescencia del conocimiento. Precisamente lo que busca la formación continua, es expandir competencias y habilidades puntuales de los trabajadores que les permitan abordar los cambios en una determinada área (innovaciones, tecnología y avances), para mejorar la inserción, la posición laboral o extender el saber personal.
El perfeccionamiento técnico-profesional, imprescindible tanto para los trabajadores cómo para las organizaciones, es una responsabilidad compartida. Las personas, dependiendo del tipo de trabajo, nivel de formación y la jerarquía que ocupen dentro de una empresa, deben tomar conciencia que el aprendizaje continuo es un proceso que compromete su presente y su futuro. Mas aún, si se considera que la esperanza de vida en los últimos 60 años ha aumentado en 23 años en Chile, la búsqueda de nuevas oportunidades, la reconversión o el desarrollo de una segunda carrera es indispensable. Las empresas por otra parte también tienen una responsabilidad en relación con la formación continua, en primer término, reconociendo que es una buena inversión y no es sólo un gasto más dentro de las políticas de recursos humanos. Y, que además permite retener a los colaboradores, disminuir la brecha de habilidades, aumentar la atracción de talento, disminuir la necesidad de supervisión y en definitiva aumentar los ingresos. Todos temas prioritarios para los trabajadores millenials.
En nuestro país, según datos de la Red Universitaria de Educación Continua (REDU-EC), existen actualmente 62.017 cursos y van en aumento, de los cuales un 70% son presenciales. Las temáticas se centran principalmente en gestión y negocios, derecho, salud y educación. Este dinamismo desafía a las IES a generar respuestas a las solicitudes que recibe de los agentes externos (personas, instituciones públicas y privadas), y hacer de la educación continua “un sistema de lego”. Esto significa la articulación, el reconocimiento y la integración de los distintos sistemas formativos en el aprendizaje para toda la vida, que contribuyen a armar la “caja de herramientas” de cada trabajador, para enfrentar el hecho de que muy probablemente el trabajo que tiene hoy, sea muy distinto al que desarrolle mañana.
La forma abordar el desafío de la formación permanente es variada: diplomados, congresos, cursos, simposios, seminarios, talleres, workshops u otro similar no conducente a grado académico, tanto presencial como digital, con cargas académicas compatibles con la actividad laboral de sus estudiantes. Los destinatarios no sólo son licenciados y profesionales, las IES cada vez más adecuan su oferta a personas sin formación académica formal previa que deseen o requieran adquirir nuevos conocimientos, habilidades y destrezas.
Por todo lo antes mencionado, es importante que las IES incorporen dentro de su vocación formativa a la educación continua, no sólo porque es otra forma de contribuir al desarrollo del país, sino además porque aborda la necesidad social y laboral de complementar, actualizar, innovar y profundizar en los conocimientos, habilidades y competencias laborales y profesionales de las personas.
Macarena Dávila Vera