Aún quedan ecos de una canción vociferada con fuerza pero no escuchada con atención “El derecho de vivir en paz”, que Víctor Jara compuso en 1971. Quizás porque su creación carga pensamientos que históricamente han sido contrapuestos. ¿Cuáles son?. Quizás 40 días de socialización de inequidades, un irrefrenable shock de empatía y una profunda decepción, tengan la respuesta de por qué se hizo de esta canción un emblema. Una explicación, es que encierra en su seno una denuncia de agresión y reivindica el derecho de las personas a revelarse contra el agresor. Pero, ¿a quién identificamos como agresor?, ¿serán sólo ellos?.
No es posible crecer y esconder aquello que nos duele ver, abrir los ojos es doloroso pero necesario. Martin Luter King lo describe mejor: “No me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”. Lo cierto es que la indiferencia es también una forma de agresión. Por consecuencia, los agresores no son solo ellos sino también nosotros.
Al entender lo expuesto, no puedo dejar de pensar que esta crisis nos ha permitido entender la necesidad de reordenar nuestras prioridades. Lo revelador es como el grueso de las personas ha resuelto no ser indiferente frente al dolor del otro y ha decidido manifestarse a rostro descubierto para hacer evidente la necesidad de cambiar, no permitiendo banderas de ningún tipo en el entendido que es la sociedad sin ideología la que demanda. Celebro la conciencia de las personas que fueron capaces de neutralizar a encapuchados en un abierto desprecio hacia la violencia y con contento veo el tiempo que se ha invertido en conversatorios que nos ha permitido entender que la indiferencia no es una opción. Finalmente, veo con una esperanza cierta aquellos que, por voluntad propia, limpian los escombros porque adoran su ciudad. Son ellos sin duda la esperanza de la reconstrucción de nuestro interior, lo externo es solo parte del presupuesto.
Sé que es difícil ver oportunidades en el daño que vemos a diario, pero nuestra nación ha salido con fuerza adelante luego de llegar al límite Richter. Lo importante es que estos movimientos han sido capaces de dejar nuestra conciencia en alerta de la necesidad de un re-ordenamiento independiente de nuestras ideologías. Hay una frase en la canción “Los Momentos”, del cantautor nacional Eduardo Gatti,- quien dicho sea de paso grabó “El derecho de vivir en paz” con Víctor Jara- que lo explica mejor: “Cada uno aferrado a sus dioses, producto de toda una historia, los modelan y los destruyen, y según eso ordenan sus vidas”. Tal como describe el autor, nuestra historia o ideologías no pueden ser más importantes que nuestra propia conciencia, es hora de reordenar las prioridades de nuestra sociedad, porque finalmente todos tenemos el derecho a vivir en paz.
A nuestros alumnos: nuestros abuelos y padres construyeron una nación con mejores oportunidades. Vuestra generación tiene la responsabilidad de construir una sociedad más justa. Clave para esto es el desarrollo consiente de sus talentos y la integridad de sus acciones. Es hora de volver a la Universidad.
Víctor Díaz López