Imposible negar que estamos viviendo semanas de un “despertar social”. Temas como las AFP y sus pensiones, los parlamentarios y sus dietas, las alzas y el costo de la vida, se han tomado la agenda social y cada día vemos más y más chilenos marchando, exigiendo y rebelándose contra el “sistema”. Pero más allá de la coyuntura, quisiera ahondar en un punto de las demandas: el proyecto impulsado por el Partido Comunista que busca reducir la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales, al cual el Gobierno salió al paso proponiendo su proyecto de “flexibilidad horaria”.
Aquí comienza el desafío. Conversando con un amigo comerciante me explicaba que para él la reducción horaria es todo un problema, considerando que realizó su emprendimiento basándose en un valor por hora de atención, el cual ahora se verá disminuido. Eventualmente tendrá que tomar una decisión y tiene opciones (aunque espero que no sean las únicas). La primera es pagar horas extras a sus trabajadores ya contratados por el tiempo adicional y seguir atendiendo de forma similar a como lo hace hasta hoy. La segunda opción es sumar uno o más trabajadores con jornada parcial que realicen este turno extra. Tercero, ajustar y redistribuir la jornada laboral de tal manera de no ver afectadas las horas de atención al público. La última medida (y que no le gusta a mi amigo) es asumir la pérdida de abrir su céntrico local más tarde o cerrar más temprano. Sea como sea, será él, como dueño del negocio, quien asumirá el costo empresa de la reducción horaria y que sin duda se verá traspasado al cliente.
En la otra cara de la moneda tengo alumnos-trabajadores, quienes aplauden y ven con muy buenos ojos trabajar menos y que, por ley y en un principio, no verán afectada su remuneración. Pasar más tiempo con la familia o “tener tiempo para uno”, son motivos suficientes que seducen a muchos para apoyar la iniciativa. Pero, ¿qué pasara con los trabajos por comisión, en donde el sueldo mensual depende netamente por la capacidad de venta o producción semanal? ¿Aumentará la productividad con el solo hecho de tener que producir lo mismo en menos tiempo? ¿Hasta qué nivel se podrá sostener este ritmo? O desde otro punto de vista, ¿estarán dispuestos a ganar menos si se produce menos? Una alternativa no muy lejana es un segundo empleo y con pago por hora, lo cual en nuestro país no está muy bien reglamentado.
Por trabajo y vida personal me toca lidiar con ambas partes. Es comprensible la postura de unos y de otros y confieso que cuesta ser el jamón del sándwich y tratar de aunar opiniones. Hay puntos a favor y en contra que hacen difícil inclinar la balanza. Porque entiendo al pequeño, mediano y gran empresario que quiera generar y optimizar sus recursos, porque para eso, entre otras cosas, se crea una empresa. Por otro lado, me encanta la idea de la rebaja o flexibilidad horaria, compensatoria, que pueda adelantar horas y tener libre un viernes, alargando automáticamente el fin de semana.
Serán el Gobierno, legisladores y representantes (muy disminuidos últimamente) quienes tendrán que tomar la decisión final, en pos del beneficio de todos, pensando en que tipo de sociedad y crecimiento queremos.
Como ve, encontrar el equilibrio en la ecuación tiempo por dinero es, sin duda, todo un desafío.
Norberto Hernández Andrade