La canción de Mercedes Sosa “Cambia todo cambia” refleja la realidad de la existencia humana; pues como señaló Heráclito: “nada es permanente, excepto el cambio”. El cambio, que es inherente a la vida del ser humano es, generalmente es difícil de asimilar.
Lo anterior nos lleva a reflexionar acerca de lo incierto que resulta ser el futuro, puesto que la realidad nos muestra que nunca sabemos qué va a pasar mañana. Ejemplo tangible de esta afirmación lo representa la pandemia asociada al Covid-19 que, de la noche a la mañana, trastocó todo el accionar de nuestro planeta en el aspecto social, político y económico. Nos hemos debido adecuar a los cambios que esta pandemia y el confinamiento, producto de ella, ha ocasionado en el quehacer humano.
Estudios demuestran que el confinamiento, ya sea obligado o voluntario, puede tener repercusiones negativas en la salud mental de la población: aumento de ansiedad, depresión y estrés. Otras investigaciones concluyen que el Covid-19 presentaría mayor prevalencia de estas repercusiones en jóvenes (Hossain et al, 2020; Rossi et al., 2019; Casagrande et al., 2020; Lee, 2020). Particularmente, estudios acerca de la salud mental de estudiantes de educación superior en nuestro país muestran el aumento de la ansiedad y depresión en un importante porcentaje de este grupo producto del confinamiento derivado del Covid-19 (Carvacho et al., 2021).
En este contexto, los estudiantes de instituciones de educación superior (IES) debieron restringir la interrelación directa con sus pares, limitando la comunicación con ellos y con sus docentes a medios digitales con las consabidas dificultades en problemas de conectividad y de adaptación. Actualmente, todo ello se ve agravado por la fragilidad e incertidumbre que presenta el futuro por la situación de inestabilidad social y política, además de la recesión económica mundial y la creciente automatización industrial que ha generado aumento en los niveles de cesantía en los hogares del país.
Así, se hace un imperativo para todas las IES hoy en día la efectividad del cambio de paradigma al centrar la acción pedagógica en el aprendizaje de todos los estudiantes, adicionando estrategias que permitan el desarrollo de la dimensión afectiva que contribuya a aliviar los episodios de estrés, de ansiedad y de depresión, mejorando autopercepciones negativas de aprendizajes que pudieran presentar los estudiantes, la confianza en sus capacidades y el reforzamiento en valores, que favorezca la formación de estudianteséticos, con sentido crítico y emprendedores, y finalmente ciudadanos globales, colaboradores y comprometidos con su comunidad. Este rol lo deben asumir los docentes en el aula como facilitadores del desarrollo integral del estudiante.
Comprendiendo que estamos ante un cambio de paradigma, la educación ya no podrá ser lo que fue antes de la pandemia. Los docentes deben innovar el proceso de enseñanza aprendizaje en el aula, recomponer los vacíos y las deficiencias derivadas de las clases no presenciales, estimular el aprendizaje, animar, acercarse a la persona-estudiante, conocerlo y proyectar sus potencialidades.
Luis E. Pajkurić Vitežić