Un aspecto importante pero menos comprendido de la desigualdad social en Chile es su dimensión dinámica; en particular, el grado en que la condición social de las personas se transmite de una generación a la siguiente, o, si se prefiere, de la importancia que la “cuna” (o el origen social) ejerce en la posición que las personas alcanzan en la escala social en su vida adulta. Un concepto que permite estudiar estos aspectos es el de movilidad social intergeneracional, en esta línea, llama la atención un reciente estudio denominado “La movilidad intergeneracional del ingreso y la educación en Chile” (Nuñez y Miranda, 2012), el cual, ha llegado a una importante y a mi parecer preocupante conclusión: “El aumento en movilidad educacional que ha existido en Chile no se estaría traduciendo, con la misma intensidad, en mayor movilidad intergeneracional del ingreso”, en palabras más sencillas nos dice, que el aumento en el nivel de escolaridad de la población no trae consigo un aumento en el estrato socioeconómico de un individuo versus el de sus padres.
Al respecto pueden plantearse diferentes hipótesis para conciliar estos hallazgos. Primero, es posible que existan factores que estén limitando la transformación de mayor movilidad de escolaridad en mayor movilidad de ingresos. Por ejemplo, las diferencias entre estratos sociales en la calidad del entorno en edad temprana, las diferencias de calidad de la educación básica, media y terciaria a las que acceden los diferentes segmentos socioeconómicos de la población, serían todos factores que podrían limitar la movilidad intergeneracional de los ingresos, a pesar de la expansión significativa que ha experimentado el acceso a la educación de la población en las últimas décadas.
Adicionalmente, es posible plantear incluso como hipótesis que, a pesar del incremento generalizado de la escolaridad en Chile en las últimas décadas, la segregación socioeconómica de nuestro sistema educacional, lo transforme en un vehículo de reproducción de la estructura social en Chile.
Es por lo anterior que debiésemos tomarnos con una tremenda importancia las distintas políticas públicas educacionales en materia de infancia y edad temprana que se han estado realizando, como por ejemplo: la implementación de kínder obligatorio y acceso a educación gratuita para los niños desde los dos años de edad (ley promulgada en noviembre del 2013)las cuales debieran contribuir a igualar las habilidades cognitivas y no cognitivas de las nuevas generaciones de niños, aunque sus efectos en los ingresos y en inserción laboral sólo serán visibles en dos o tres décadas más. Sin embargo, debiesen llamarnos aún más la atención las políticas públicas que no se han implementado y que por ahora son solo propuestas para un futuro gobierno, políticas educacionales que estén enfocadas en disminuir la marcada segregación socioeconómica de nuestro sistema escolar, acompañado de las importantes diferencias en desempeño escolar que exhiben los colegios que sirven a los diferentes sectores sociales, estos son factores que de no remediarse podrían continuar limitando la movilidad intergeneracional a futuro.
Rafael Monsalve, Académico Escuela de Administración y Negocios, Universidad de Concepción.