Los investigadores que han abordado el tema de la deshonestidad académica en los estudiantes universitarios coinciden en describirlo como un constructo multidimensional. Esto implica que su estudio requiere considerar diversas variables de orden económico, emocional y, sobre todo, sociocultural. A pesar de las diversas formas en que se tipifica este fenómeno, es innegable que constituye una problemática no deseada dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje. Su prevalencia ha aumentado, quizás debido al acceso ampliado a la educación superior de estudiantes cuyas capacidades bien podrían potenciarse en ambientes menos demandantes que la universidad.
Entre las conductas fraudulentas más recurrentes se puede distinguir copiar o dejarse copiar en las pruebas, plagiar trabajos e inventar excusas falsas, principalmente de orden médico para eludir el rendir un instrumento de evaluación en la fecha agendada. Según los expertos, en las pruebas escritas, la tecnología digital ha sido una excelente aliada para facilitar la conducta, pero no ha sido la causa. Existe además una especie de código de honor respecto de la copia en los exámenes, en tanto que copiar es moralmente más reprobable que el dejarse copiar, ya que lo último es visto erróneamente como un acto de compañerismo.
Uno de los hallazgos que captó mi atención durante la revisión bibliográfica, fue que la práctica de copiar en las pruebas se da casi con la misma frecuencia que inventar excusas como licencias médicas para eludir responsabilidades académicas. Esta forma de fraude obedece principalmente a razones psicológicas como no querer enfrentar la realidad ante la posibilidad de fracasar o tener un rendimiento poco adecuado, pero principalmente constituye una lisa y llana forma de evasión de responsabilidades sin analizar las consecuencias a largo plazo o las implicancias éticas.
Lo complejo es que el problema de la deshonestidad académica ha alcanzado niveles tales que se dedica tiempo a estudiar el fenómeno, lo cual indica que no es trivial. Ante la pregunta ¿qué hacemos como instituciones de educación superior? ¿prevenir o curar? Mi respuesta, muy personal es curar, pero en el sentido de imponer reglas ejemplificadoras que efectivamente sean disuasivas de cometer fraude. No podemos prevenir por cuanto el sistema de admisión a las universidades no contempla evaluaciones psicológicas o de comportamiento y, por lo tanto, no es posible seleccionar a estudiantes con determinados acervos valóricos o patrones conductuales que sean proclives a la honestidad.
¿Por qué la situación debe ser atendida por las casas de estudio? Por una cuestión de respeto por la razón primigenia que inspiró la creación de las universidades: el uso de la inteligencia humana para solucionar problemas, algo que se logra con estudio, esfuerzo y dedicación. Los estudiantes que logran una titulación sobre la base del plagio, la copia y las excusas infundadas, no aportan a la sociedad y comprometen el prestigio de las instituciones que los certifican.
Carmen Gloria Pérez