A mi correo llegó el Informe Regional de Empleo de la Región de Ñuble elaborado por la oficina del INE local, correspondiente al trimestre móvil julio – septiembre 2020, y no deja de ser tajante y decidor: la tasa de desocupación fue 10,8%, anotando un aumento de 1,8 puntos porcentuales (pp.) en los últimos 12 meses, debido a que la fuerza de trabajo (-13,6%) disminuyó en menor proporción que los ocupados (-15,2%), en tanto, los desocupados aumentaron 3,0%.
Pero más allá de los números y estadísticas hay hechos relevantes que no podemos dejar pasar. La pandemia del Covid-19 ha repercutido en los empleos de Ñuble, en donde empresas y emprendedores han tenido que ajustar sus nóminas de trabajadores al mínimo, ya sea por cierres obligados por la autoridad sanitaria o por la lamentable decisión de rescindir el contrato de los mismos. Afortunadamente para ellos, la Ley de Protección del Empleo y el retiro de los fondos de AFP les dieron un respiro.
Los expertos explican que el coronavirus solo le puso “guinda a la torta” con un problema que se agravó desde las revueltas sociales de octubre del año pasado. Y digo agravó porque es sabido que la precariedad del empleo, sobre todo en nuestra nueva región, es un tema preocupante y que se arrastra por años, sobre todo en las comunas rurales como Coihueco, San Fabián o el Valle del Itata.
Agreguemos que según la Encuesta Suplementaria de Ingresos, (ESI) 2018, que el mismo INE publicó este 13 de agosto, “el ingreso laboral promedio de la población ocupada en la región de Ñuble se ubicó en $414.209 neto mensual, mientras que el ingreso mediano -el que recibe un individuo representativo de la mitad de la población- llegó a $300.000 neto mensual. Es decir, el 50% de los trabajadores de la región percibió ingresos menores o iguales a ese último monto”.
Antes del encierro obligado de cuarentena, era cosa de caminar las calles céntricas de Chillán y ver lo que muchos llamamos “cesantía encubierta”: cientos de comerciantes ambulantes, con sus mercaderías en el piso, viviendo al día. Sumemos a estos, otra buena cantidad de personas trabajando en aplicaciones móviles que vieron en estas un salvavidas ante la escasez de oportunidades laborales. Y, por último, otros tantos creando pequeños emprendimientos digitales, en donde vender desayunos de cumpleaños, ropa, joyería y artículos electrónicos es parte de lo cotidiano para subsistir.
Pero, ¿qué hacemos para levantar el empleo de Ñuble? Más allá de que el Gobierno y los empresarios de todo tipo concuerdan que será una transición lenta para la reactivación de la economía a todo nivel, está en nuestras manos cooperarnos mutuamente. La compra de frutas y verduras a su casero, el gustito en la sanguchería del amigo del amigo o el hacer el pedido de mercadería en los minoristas, son pequeñas y simples acciones que ayudarán a incrementar el comercio, trayendo consigo un mayor requerimiento de trabajadores. Y si a esto le sumamos una pronta apertura a fase 3, no podemos no ilusionarnos.
Será una tarea lenta, sin dudas, pero si hay algo que hemos aprendido con el encierro es que con la suma de voluntades se sortean las dificultades. De todos depende.
Norberto Hernández Andrade