Los videojuegos son parte de la cultura, educan y moldan a sus usuarios. En el año 2019 muchos portales nacionales de noticias hicieron eco de la información que la industria del videojuego, en el 2018, generó más ganancias que cualquier otro medio de entretenimiento (alrededor de 43 mil millones de dólares).
Cuando yo era pequeño solo existían unos pocos medios de acceder a los videojuegos, consolas o máquinas que funcionaban con fichas; entonces mis padres lo tenían fácil para limitar mi acceso a esto… el dinero. Bastaba que dieran un objetivo (notas o similares), para alcanzarlo y obtener mi premio. Pero en la actualidad nuestra cultura está cambiando, la tecnología está invadiendo cada ámbito de nuestra vida, desde relojes capaces de tomar nuestros signos vitales hasta celulares que son capaces de responder cualquier duda que tengamos. Es casi imposible para las generaciones más jóvenes entender una vida sin estos medios y los desarrolladores de los videojuegos lo saben.
Actualmente existen muchos medios de consumos digitales (celulares, consolas, etc), con muchos mercados ad hoc que, solo para mencionar algunos como “Playstore” de Android y “App Store” de IOS, dan la posibilidad de comprar variados artículos digitales, desde juegos, libros y películas, hasta aplicaciones para el equipo.
Pero como dije en un inicio, los videojuegos son educar y moldar. La forma de monetización de los videojuegos es variada, pero simplificando los separaré en dos grupos: de pago o gratis. Los primeros son aquellos que piden un monto fijo para poder acceder a su contenido y en el segundo, llamados también “free to play”, se pueden acceder de manera gratuita y luego comprar complementos dentro del juego. Estos últimos son los que generan tanto dinero a la industria y en los que debemos educar a nuestros hijos, dado que están diseñados con un concepto en mente “micropago”. Este término se ajusta excelentemente en la cultura actual con la inmediatez y el mínimo esfuerzo, por eso es tan rentable. No son pocos los casos de jóvenes que toman prestada la tarjeta de sus padres y gastan enormes sumas en trajes o bailes para sus personajes virtuales, algo muy difícil de comprender pero que tiene un gran sentido para ellos. Este personaje virtual es un reflejo de como ellos mismos se proyectan con sus pares, por ende, entre más personalizado esté, significa que más interesante es él como persona.
Todo lo anterior me lleva a preguntar ¿cómo puedo ayudar a mis hijos? Lo primero que dicen los expertos es tratar de cuantificar el gasto, que los artículos se puedan expresar en objetos, por ejemplo, este traje que cuesta “x” equivale a “y” helados. Con esto se rompe de a poco lo lejano del dinero virtual y ayuda a la mente joven a valorar el dinero. Lo segundo es acompañar a los niños, mirarlos mientras juegan, interactúan con los otros, no siendo necesario interrumpir con comentarios, pero sí observarlos para analizar sus conductas, dado que es común que ellos exijan vestuario a sus amigos o cosas dentro de un juego, generando que este inyecte dinero para tener estos complementos. Sé que esto es nuevo, pero es necesario aprender para educar a los niños.
Jorge Torres Fuentes