Observando las últimas cifras del mercado laboral y a menos de una semana de celebrar el Día del Trabajador, lamentablemente podemos ver que no hubo mucho que festejar. Los grandes desafíos en materia laboral como formalizar el trabajo, aumentar la productividad y mejorar más los salarios, parecen cada vez más lejanos. Prueba de ello fue ver las trincheras que dejó el último Encuentro Nacional de la Empresa (ENADE), donde Gobierno y empresariado parecen estar cada vez más distantes, sobre todo, en lo relacionado a la regulación del mercado laboral.
Sin ir más lejos, este 2024 ha sido un año de importantes cambios regulatorios para los empleadores; la ley de conciliación en enero, en abril la ley de 40 horas y en julio próximo el nuevo aumento del sueldo mínimo. Lo anterior plantea la pregunta ¿nuestro sistema económico está preparado para tales cambios?
Sabemos que los cambios no son malos, al contrario, vienen a movilizarnos. Sin embargo, al momento de ejecutar no podemos olvidar de mirar el entorno. Mientras países desarrollados enfrentan los estragos económicos que dejó la pandemia, la disrupción de la Inteligencia Artificial y las guerras latentes, Chile se ocupa, entre otras cosas, de legislar en torno a mayores seguridades o beneficios para el trabajador, sin sopesar en ellos el impacto que pueden generar en el dinamismo del mercado laboral y de la inversión.
Tal como se mencionó en el último ENADE, Chile se encuentra hoy en un escenario complejo. Hemos bajado la tasa de riesgo, nuestro crecimiento anual bordea el 0%, la informalidad laboral ha alcanzado cifras preocupantes. Todo ello, generando un espacio propicio para una peor calidad en los trabajos que es precisamente lo que todos queremos evitar.
Por esto es importante preguntarnos: ¿cuánto debemos regular nuestro mercado laboral?
Miremos más en detalle las actuales regulaciones. La ley de conciliación viene a buscar, como su nombre lo dice, un mejor acceso al mundo del trabajo y, sobre todo, nivelar la cancha para la mujer. Sin embargo, planteo como ejemplo, el caso puntual de una madre cuya empresa tuvo que regular el teletrabajo de una manera global, es decir, mediante una negociación colectiva. Con este acto, ella vio mermado el beneficio que tenía del cuidado de un menor de 14 años de forma individual, dejando de percibir 5 días de teletrabajo, pasando a sólo 2 días, debiendo buscar apoyo los restantes para el cuidado de ese menor.
Por su parte, la ley de 40 horas, al ser paulatina, tendrá un efecto lento en la satisfacción de los trabajadores y un alto impacto en la productividad inmediata, lo que puede convertirse en un escenario no tan auspicioso para la inversión, ya que no somos Estados Unidos ni menos Alemania, donde las jornadas son realmente acotadas frente a una alta productividad. Por lo mismo, creo que nos hemos olvidado de ejecutar políticas públicas enfocadas en nuestra idiosincrasia, intentado imitar modelos que culturalmente serán difíciles de replicar.
Con todo, más o menos regulación no necesariamente será un acelerador o freno para nuestro mercado laboral, todo pasa por la calidad y el sentido de realidad de éste.
Loreto Novoa Capponi