El pasado 30 de noviembre se dio inicio a la COP28, un evento internacional que congrega a gobiernos, empresas, investigadores, ONGs y representantes de la sociedad civil para discutir soluciones que contrarresten las consecuencias del cambio climático. El debate en torno al origen del calentamiento global se atribuye a las emisiones históricas de los países que hoy son desarrollados, y a la necesidad de promover crecimiento con equidad en las economías en desarrollo. Esto es importante ya que los países más pobres son los más vulnerables a los efectos del cambio climático, lo que podría exacerbarse en respuesta a una mayor incidencia de eventos extremos (ej., heladas, sequías, inundaciones, etc.), como los experimentados este año.
Después de 27 años discutiendo sobre esta problemática en el marco de las COP, surgen un sin número de interrogantes. ¿Es posible contrarrestar los efectos del calentamiento global? ¿Existe claridad sobre cuáles son las acciones que priorizar? ¿Comprendemos los riesgos que el cambio climático impone a las generaciones actuales y futuras? ¿Podemos realizar acciones en forma personal, o esta es una tarea que sólo compete a los científicos y a los gobiernos? Pese a que los líderes mundiales acordaron mantener el incremento en la temperatura del planeta por debajo de los 2°C con relación a los niveles preindustriales, y a los distintos escenarios predichos por los científicos del clima, aún no se ha alcanzado un consenso con relación a las acciones para reducir la vulnerabilidad a sus efectos. Esto se debe principalmente a las grandes diferencias que existen entre países, por lo que la solución a esta problemática global requiere también un conocimiento del contexto local.
A nivel global, la COP27 propuso la creación de un mecanismo de financiamiento que compense a los distintos países por las pérdidas y daños producto de eventos climáticos extremos. Debido a las diferencias geográficas de los países, cada uno de ellos será más o menos propenso a fenómenos de distinta índole, por lo que este instrumento será clave en materia de mitigación. Este año, en la COP28, uno de los objetivos es alcanzar la neutralidad de carbono, lo que implica grandes desafíos en materia de financiamiento, acceso a tecnologías y conformidad con la norma (social y/o personal) de descarbonización, donde el uso de combustibles fósiles se mueva progresivamente hacia la utilización de energías limpias.
Lo anterior es de gran relevancia en el contexto chileno, y de Ñuble en particular, donde se identifican dos áreas de acción. En primer lugar, las transiciones energéticas necesitan seguir estando en el corazón de la política ambiental, no solo a nivel de los hogares (ej., programas de recambio y educación ambiental), sino de las empresas (ej., hidrógeno verde). En segundo lugar, aprovechando las ventajas de habitar una región con vocación agrícola, a través de la implementación de soluciones basadas en la naturaleza, promoviendo así la generación de capital natural. Contribuir al cumplimiento de estas metas requerirá esfuerzos conjuntos, y llevar cada una de estas acciones desde nuestros hogares hacia el mundo.
Mónica Marcela Jaime Torres