Basta con revisar algunos medios de comunicación para encontrarnos con lamentables noticias sobre contaminación del mar, cambio climático, records de temperaturas, smog, derretimientos de glaciares, derrames de petróleos, extinción de especies, que decir de la deforestación o los recientes incendios del Amazonas, que han sido calificados como un “crimen ambiental” por el alcance de sus consecuencias. Y no ha sido por obra de magia. Lo anterior y sus efectos han sido culpa de nosotros, los seres humanos, y es la huella que estamos dejando con nuestros actuales patrones de producción y consumo, que en su mayoría vulneran el funcionamiento de los ecosistemas y que se han vuelto insostenibles. Nos hemos visto inmersos en una lógica donde el comprar muchas cosas es sinónimo de éxito y felicidad en la sociedad, olvidándonos muchas veces que los productos en su gran mayoría vienen de procesos industriales, para los cuales se utilizan grandes cantidades de recursos y emiten diversos tipos de contaminación, los que, además, en innumerables ocasiones solo utilizamos por un corto periodo de tiempo y luego desechamos.
Aunque no es suficiente, hoy existen muchas organizaciones activas para presionar a las empresas y sus formas de producción. La legislación está más estricta con respecto a las emisiones de contaminantes y en el control de los procesos industriales y eso sin duda es una buena noticia. Sin embargo, en este problema somos dos las partes involucradas y nos debemos responsabilizar. Innegablemente, la parte productiva ha causado un daño irreparable, pero, ¿qué estamos haciendo cada uno de nosotros para detener el deterioro del planeta? Lo primero que debemos recordar es que las empresas producen bienes para poder satisfacer una demanda que está en nuestras manos, los consumidores, por lo que si no modificamos la forma de consumir es difícil que las empresas transformen su manera de producir: ellas venden lo que nosotros estamos dispuestos a comprar. En respuesta a lo anterior, hace ya varios años que en la comunidad internacional se viene hablando del consumo sustentable, el que se preocupa de satisfacer las necesidades actuales sin poner en peligro la satisfacción de las necesidades de generaciones futuras.
El consumo sustentable no hace un llamado a que dejemos de consumir, sino a hacerlo de una manera diferente, consciente de lo que realmente necesitamos, de manera racional, sacar la impulsividad de nuestras compras y aportar desde pequeñas acciones que si todos realizamos pueden causar un importante impacto en esta crisis ambiental, como por ejemplo: evitar dejar luces encendidas en ambientes desocupados, cortar el agua mientras nos lavamos los dientes, desenchufar aparatos electrónicos que no estamos ocupando, planificar las compras de alimentos y/o vestuario, reutilizar papel en la impresión de documentos, separar la basura del hogar para reciclaje o preferir productos con material reciclado, son algunas de las prácticas que cada uno de nosotros puede realizar en post de un mejor futuro para nuestro planeta y para quienes lo habitarán en generaciones venideras. Como verá, la solución a esta crisis ambiental, está más cerca de lo que muchas veces pensamos.
Paulina Ceballos Garrido