Los escenarios nuevos son, por excelencia, los espacios que desafían a practicar competencias que en teoría tenemos, ya sea por el cargo que ocupamos o por las responsabilidades que nos han encomendado. Por eso las crisis ponen a prueba ciertas softs skills, término paraguas que incluye habilidades con tres elementos funcionales clave: interpersonales, sociales y profesionales. Hoy, dada la situación de pandemia y el obligado teletrabajo, las más interpeladas son la gestión del tiempo, la negociación, el trabajo en equipo y, muy especialmente, la comunicación y el liderazgo.
La manera de comunicarnos dentro de la organización, por ejemplo, puede poner en evidencia carencias o fortalezas. Si vemos que pese a las nuevas circunstancias en las que trabajamos las personas colaboran, se coordinan y realizan sus funciones de forma más o menos espontánea, es porque probablemente la empresa había apostado antes por una buena comunicación intra organizacional. Pero en el caso de haber llegado a las circunstancias actuales con una brecha en esta área, probablemente estaremos viendo baja proactividad, descoordinación y enlentecimiento de procesos.
La comunicación con agentes externos en una cultura como la nuestra también evidencia el nivel de desarrollo de la competencia. Como la interacción con proveedores y clientes se ha dado tradicionalmente en un contexto más social (con el cafecito, la comida) donde aumentan las posibilidades que se creen las confianzas, la comunicación a través de reuniones telemáticas ha sido compleja. Particularmente, se han visto afectadas actividades tales como la venta y el cierre de negocios, manifestándose una inquietud natural entre jefaturas y colaboradores por no contar con protocolos para exponer y comunicar de forma efectiva en entornos virtuales.
El otro gran desafío es el ejercicio del liderazgo. Como es natural, la primera respuesta frente a la crisis fue mantener el negocio funcionando, migrar con mayor o menor éxito al teletrabajo, centrarse en la logística, la eficiencia y sostener la productividad de la fuerza laboral. Pero la siguiente etapa es la que está haciendo evidente la carencia de esta competencia, ya que requiere pasar del control y supervisión de los trabajadores a un liderazgo centrado en las relaciones y en las personas. Ser líder en la actualidad supone resignificar ciertas funciones. La toma de decisiones y las estrategias son tan importantes como la empatía y la flexibilidad para enfrentar la adaptación tecnológica, laboral, familiar y personal.
El rol que Dave Ulrich llamó “adalid de los trabajadores” toma vital importancia y se materializa cuando el líder genera condiciones de seguridad psicológica y espacios de confianza para enfrentar estas nuevas formas de relacionarse. También cuando refuerza el propósito y enfatiza el papel clave que desempeña cada persona en un proyecto. Séneca dijo “en la tormenta es cuando se conoce al buen piloto”. Si bien son diversas y complejas las variables que están afectando actualmente el funcionamiento organizacional, hay ciertas competencias (o incompetencias) que evidentemente son clave para contar con una fuerza de trabajo comprometida y resiliente.
Macarena Dávila Vera