En el último tiempo se escuchan frecuentemente frases como “no hay gente disponible” o “hay mucha plata dando vuelta”, aludiendo a que los apoyos fiscales como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) o los retiros del 10% de las Administradoras de Fondos de Pensiones (AFP) son la explicación del porqué no se encuentran personas dispuestas para trabajar. Efectivamente, ha habido una contracción en la oferta de mano de obra en el último año, sobre todo en los trabajos de menor remuneración y está ocurriendo lo que pocas veces sucede: hay menos personas buscando trabajo y más puestos disponibles. Este fenómeno ocurre a nivel global y se presenta marcadamente en Estados Unidos, donde se le ha llamado la “Gran Renuncia”. Allí, por ejemplo, hay una proporción de aproximadamente 75 trabajadores desempleados por cada 100 vacantes, la más baja de las últimas dos décadas.
En el caso de Chile, hay más razones que las inyecciones de recursos del Estado o los retiros de fondos de las AFP y la explicación va más allá del supuesto aumento transitorio del poder adquisitivo coyuntural, siendo más bien el resultado de un cambio de paradigma en la cultura del trabajo.
La masa trabajadora más joven prioriza otros aspectos en torno al trabajo, tales como la flexibilidad, calidad de vida e independencia, antes que la estabilidad o un buen sueldo. Además el contexto familiar se ha organizado de forma distinta, con el cuidado de los hijos, personas dependientes y la resignificación del hogar, que han generado otras dinámicas que no son compatibles con una “vuelta a la normalidad” prepandemia, por lo que muchos trabajadores han optado por irse de aquellas organizaciones que exigen el retorno total.
Pero también el fenómeno se explica por el exceso de trabajo, el estrés y el agotamiento emocional agudizado por la pandemia. Hay muchos testimonios de personas que sintieron que su calidad de vida estaba mermada por trabajos altamente demandantes y no bien compensados, en contraste con grandes empresas que sí incrementaron sus ingresos en pandemia. También aumentó la conciencia de la responsabilidad de las empresas en el ámbito de la salud, higiene y beneficios sociales de los trabajadores, así como de políticas públicas que los protejan. Otro gran problema de las economías que buscan la recuperación, es la complicación para reclutar personal para trabajos que requieren mayor calificación. No hay suficientes perfiles relacionados con tecnología, digitalización, comercio digital, salud o logística.
Estos son algunos eventos que están cambiando la cultura del trabajo. Volviendo al caso de Estados Unidos las ayudas ya terminaron pero las personas no están volviendo porque los sueldos no suben y tampoco hay garantías de flexibilidad. El beneficio más importante es el tiempo, el equilibrio entre la vida y el trabajo. Por eso, atención; en vez de quedarse en la queja de la falta de mano de obra, es pertinente que las organizaciones comiencen a repensar sus paquetes de compensación y cómo poder aumentar el bienestar como concepto genérico del trabajador post pandemia.
Macarena Davila Vera