
El Día Internacional del Agua se celebra el 22 de marzo con el fin de concientizar sobre la importancia del agua dulce y la necesidad de gestionarla de manera sostenible. La fecha fue instaurada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1992 y este año se estableció el lema “Salvemos nuestros glaciares”.
Las naciones en general hacen esfuerzos tendientes a preservar este preciado bien. Por ejemplo, nuestra Constitución manifiesta: “El acceso al agua potable y el saneamiento es un derecho humano esencial e irrenunciable que debe ser garantizado por el Estado”. A su vez, el Código de Aguas refuerza que “el agua es un bien nacional de uso público, priorizando el uso para consumo humano, doméstico y de subsistencia o para la preservación ecosistémica.
Así, la humanidad, gracias al desarrollo y crecimiento, ha llegado al punto en que el agua es un recurso escaso y vital. De la totalidad de agua que hay en el mundo, el 97% es agua salada y sólo el 3% es agua dulce. De esta última, dos tercios no son accesibles para el hombre, puesto que se encuentra en glaciares, hielos eternos y nieves; es decir, sólo el 1% del agua en el mundo está disponible para el ser humano, lo cual explica su escasez y la necesidad de hacer eficiente su uso. Del agua dulce que dispone la humanidad, el 80% -según las cifras más conservadoras- se destina al riego a nivel global, lo cual concuerda con las cifras que se estiman para Chile, tanto por los distintos entes gubernamentales, los ministerios relacionados y los organismos internacionales.
La escasez hídrica es mundial. De los 33 países con más probabilidades de sufrir estrés hídrico y recortes en el suministro de agua en el año 2040 se encuentran 14 países del Oriente Medio, un área caracterizada por la ausencia de precipitaciones y altas temperaturas. Chile (en la posición 16 de ranking) es uno de los países en situación más delicada, pasando de un estrés hídrico medio en 2010 a estar considerado como uno de los lugares con estrés extremadamente alto en 2040, a causa, sobre todo de la subida de la temperatura y el comportamiento cambiante de las precipitaciones.
Se entiende que el recurso hídrico disponible se torna cada vez más escaso, debido al crecimiento demográfico, la crisis climática, los conflictos armados y la contaminación derivados de la actividad industrial que hacen más compleja la falta del recurso. En nuestro país, las constantes sequías, las ineficientes técnicas de riego y la escasez de obras de regulación han puesto en el tapete el agua de riego.
Por tal razón, desde un tiempo a la fecha se ha tomado más conciencia respecto a la importancia que tiene el recurso hídrico en todo lo relacionado con la población y particularmente con la agricultura. Inevitablemente, surgen algunas interrogantes: ¿se conoce realmente la situación actual relacionada con el riego en la zona? ¿se debe invertir más recursos en riego para afrontar situaciones inesperadas? y ¿los recursos económicos deben invertirse en obras relacionadas con el aumento del recurso hídrico o en obras que permitan aumentar la eficiencia, o en ambos, equilibradamente?
Por lo expuesto anteriormente, las respuestas deberían estar lo antes posible.
Ricardo Pérez Tirapegui