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El valor de los ecosistemas y la biodiversidad

Entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre pasado, representantes de 196 países se congregaron en Bogotá para celebrar la COP16. Esta instancia, denominada Conferencia de las Partes, busca promover el desarrollo sostenible a partir de una visión que involucra a los ecosistemas y a las personas. Esta visión se fundamenta en la premisa de que el bienestar que perciben las generaciones actuales por disfrutar de servicios ecosistémicos debe ser también disfrutado por las generaciones futuras. Pese a la importancia de este objetivo altruista, surge la pregunta: ¿por qué son relevantes los ecosistemas y la biodiversidad en la vida de las personas, al punto de justificar un despliegue de esta naturaleza??

Existen distintos argumentos que respaldan por qué un concepto tan abstracto como es la biodiversidad -y su contribución a la provisión de servicios ecosistémicos- tiene importantes repercusiones en nuestra vida. En primer lugar, la biodiversidad cumple un rol fundamental en la regulación del clima, protegiéndonos de eventos climáticos extremos que afectan nuestra salud, bienestar y actividades productivas (ej. agricultura). En segundo lugar, la conservación de la biodiversidad contribuye a la mitigación del cambio climático, uno de los mayores problemas ambientales de todos los tiempos. La Organización de las Naciones Unidas (ONU, 2010) señala que, aproximadamente, un tercio de la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero que se necesita en la próxima década podría lograrse mejorando la capacidad de la naturaleza para absorberlas, por lo que ambos problemas necesitan ser abordados en forma conjunta. En tercer lugar, discusiones recientes en el ámbito internacional destacan que la naturaleza, o capital natural, es nuestro activo más preciado (Dasgupta, 2021), ya que da sustento al bienestar material y no material de nuestra sociedad. Existe evidencia de que se necesitan aproximadamente 1.6 planetas Tierra para mantener el estilo de vida que llevamos en la actualidad. Por consiguiente, no será posible hablar de crecimiento y desarrollo económico si no logramos un balance entre la oferta y demanda de capital natural.

Chile es un país con basto capital natural, que nos entrega servicios ecosistémicos de cordillera a mar. Pese a que algunos de estos servicios no se transan en los mercados (por lo que no tienen precio), poseen un gran valor que puede ser estimado e incorporado en las decisiones de política ambiental. Existen metodologías, apoyadas en distintos enfoques, que permiten estimar algunos de estos beneficios en forma directa o indirecta, los cuales son discutidos como parte de la agenda de la Comisión del Capital Natural, instaurada en 2023. Lo anterior aportará información relevante sobre los servicios a conservar, priorizar y ser sujeto de regulación. Mientras estas políticas avanzan en pos de las generaciones futuras, debemos recordar en el presente que la tierra provee lo suficiente para satisfacer nuestras necesidades, más no nuestras avaricias.

Marcela Jaime Torres

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