El hecho de elegir qué estudiar, rendir la prueba de admisión y postular, deben ser unos de los momentos más tensos no solo en la vida estudiantil, sino también en la historia familiar. Tomar esa decisión involucra una serie de aspectos: la realidad económica de los padres y apoderados, las expectativas del alumno/a, sus intereses y motivaciones, lo que lo hace un hito único. Pues bien, ese momento ya acaba de pasar. Con algunos ilusionados y otros frustrados, se inicia un nuevo ciclo en las vidas de miles de jóvenes y acá cobra vital importancia el respeto de los padres por la línea de desarrollo por la que optó su hijo/a, y mucha contención y apoyo para quienes el resultado no fue el mejor.
Dicho esto, me animo a escribir algo que ha estado en el debate público durante muchos años, siendo ocasión de relevar y poner dentro de las prioridades el cómo responder a los desafíos actuales y futuros en materia de educación, algo que va más allá de la PAES. Una guía para esto podrían ser los Objetivos de Desarrollo Sostenible, indicadores que fueron establecidos por la Organización de las Naciones Unidas hace algunos años, cuya meta está fijada para 2030 y donde se encuentra, como cuarta iniciativa, una educación de calidad. La pregunta es si, en este contexto, los planes y programas de las instituciones de educación superior, además de formar lo técnico y procedimental de cada disciplina, están poniendo el foco en otros aspectos valiosos en la educación como son las competencias genéricas. Esto es especialmente complejo de formar, debido a las exigencias de inmediatez del perfil de esta generación, entornos dinámicos y complejos que muy rápidamente cambian el foco, contextos familiares, educativos y sociales caracterizados por lo frágil, ansioso e incierto.
Se debe destacar que hoy el mercado laboral está buscando activamente una serie de características profesionales, que, a simple vista desde la mirada académica, poseen una gran brecha que es necesario acortar. A saber, manejo de inglés y habilidades en uso de plataformas tecnológicas (alfabetización digital) saltan muy rápido como las claves al momento de optar a un trabajo, independiente de la carrera en cuestión. La consultora Robert Half cada año hace un análisis de las competencias conductuales mejor valoradas por el mundo del trabajo, destacando la capacidad de flexibilidad y adaptabilidad, autogestión, habilidades comunicacionales y orientación a resultados. ¿Qué tienen en común esos conceptos? Que son administrables en un 100% por la persona y que la PAES, o cualquier otra prueba de admisión, no miden.
La tarea radica en que, de manera autónoma, cada joven que quiera mejorar sus niveles de empleabilidad en el futuro pueda desarrollar de manera entusiasta la destreza de adaptarse y trabajar en variadas situaciones y con personas o grupos diversos, la habilidad de responder de manera proactiva, sin esperar indicaciones de la línea jerárquica, la capacidad de escuchar, hacer preguntas, expresar conceptos e ideas en forma efectiva y tender a fijarse metas desafiantes por encima de los estándares.
Es en estos conceptos donde está el éxito asegurado, más allá de la PAES.
Marcelo Oliva Abusleme