No es novedad decir que hemos vivido un par de años caracterizados por la tensión, el distrés y la conflictividad, variables que nos han hecho experimentar un cúmulo de emociones con las que, a la luz de los resultados del plebiscito, más otras fuentes de crisis económicas y sociales, nos tendremos que ir acostumbrando por algún tiempo.
Como seres eminentemente relacionales y multifactoriales se nos hace muy complejo (y poco natural), desprendernos de nuestras opiniones y expectativas, por lo que es común llevar y traer desde distintos contextos, casa, trabajo, grupos de pares y vida cotidiana, todo aquello que nos aqueja, nos mueve o nos interesa.
En este sentido, poco hemos reparado en cómo las opiniones políticas y modelos de desarrollo de nuestro Chile pueden afectar el curso y las relaciones al interior de un equipo de trabajo. En mi rol de académico y consultor en diversas organizaciones, me he percatado que esas visiones afectan profundamente el clima laboral, el vínculo entre colegas y la confianza, lo que incide poderosamente en el logro de metas y la efectividad de un área determinada.
La dualidad apruebo-rechazo, por ejemplo, ha estado en las conversaciones cotidianas de las oficinas; el ninguneo a alguna posición y el crispamiento son bastante más habituales y calan profundo al interior de las organizaciones, lo que genera alta conflictividad que no hemos gestionado adecuadamente, especialmente debido a que, en general, somos personas altamente sensibles, poco asertivas y nos agobiamos con facilidad.
Ya en el año 2018, el antropólogo norteamericano Jamais Cascio exponía que debemos prepararnos para lidiar con un contexto que denominó altamente BANI, acrónimo que traducido se refiere a la manera que debemos concebir el entorno que vivimos: frágil (brittle), ansioso, no lineal e incomprensible.
¿Nos hemos preparado para enfrentar el contexto BANI?, ¿Qué podemos hacer para recomponer en un equipo de trabajo las confianzas por rencillas que se pueden haber generado de procesos políticos? Aceptar la fragilidad implica entender que la vulnerabilidad también trae oportunidades, que impulsa a desarrollar la habilidad de resiliencia, a hacerse cargo de esa brecha e incorporar en nuestro perfil el empoderamiento y aceptar la incertidumbre valorando las diferencias. También exige de nosotros/as formar la capacidad de empatía y conciencia (para combatir la percepción de ansiedad), e integrar la capacidad de flexibilizar nuestras miradas y formas de enfrentar el día a día porque sabemos que ya no hay relación causa efecto (no lineal e incomprensible).
¿Cómo dejar las animadversiones? Un primer paso podría ser la aceptación de BANI. ¿El otro? Simplemente tener la convicción de que los políticos no necesitan “porristas”, fans o hinchas, sino más bien que los supervisemos y exijamos que hagan el trabajo para el cual fueron mandatados.
Sumando todo, la gestión de equipos va más allá de una discusión política contingente. Aprender de aquello nos permitirá llevar conversaciones difíciles de manera constructiva en el futuro.
Marcelo Oliva Abusleme