La pandemia por Covid-19 provocó cambios drásticos en muchos aspectos de la vida, especialmente en la forma de trabajar, de enseñar y de aprender. Quedó demostrado que muchos trabajos, estudios, compras y trámites, se pueden ejecutar sin salir de casa. Este cambio de paradigma en el esquema laboral impone a las universidades un replanteamiento de las competencias que serán esenciales para los profesionales que egresan post pandemia. Y es que los v cambios vertiginosos, no dan tregua a las instituciones de educación superior, las que, en un tiempo récord, no solo implementaron una infraestructura tecnológica para migrar a la modalidad de enseñanza virtual, sino que, además, quedó en evidencia la necesidad de crear nuevas carreras y modificar las existentes para adaptarse a un mercado laboral que evolucionó en torno a la automatización y la inteligencia digital.
El informe Trabajos del Futuro 2020 del Foro Económico Mundial, indica que la proporción de habilidades básicas necesarias cambiará en un 40%, lo cual significa que solo el 60% de los conocimientos actuales de un profesional seguirán siendo necesarios para desempeñarse, en un futuro tan cercano como 2025. En el listado de competencias básicas que se requerirán para trabajar, la primera de la lista es el pensamiento analítico e innovación, y le siguen el aprendizaje activo, las estrategias de aprendizaje, la resolución de problemas complejos, el pensamiento crítico, la creatividad, la originalidad e iniciativa, la resiliencia y la tolerancia al estrés. Y por supuesto, conocimientos avanzados de manejo de ambientes digitales.
Las universidades, por denominación, deben ir a la vanguardia del avance científico, al cual debemos, por ejemplo, el desarrollo en tiempo récord de la vacuna anti Covid-19. Como si esto no bastara, casi como una réplica del cataclismo de la pandemia, se les impone la urgencia de realizar cambios drásticos no solo en los programas de estudio de las carreras, sino que en la forma de enseñar. Implica que la docencia se reinvente para certificar competencias que pertenecen al ámbito de habilidades transversales y de la educación emocional; aspectos que no son solo difíciles de enseñar, sino que de evaluar.
¿Cómo se puede enseñar y evaluar creatividad y originalidad, o iniciativa o resiliencia para asegurar egresados competitivos en el futuro mercado laboral? Esta cambiante realidad, también plantea la obsolescencia de los profesionales en ejercicio y la necesidad de programas de aprendizaje continuo, que no estén enfocados en actualizaciones de conocimientos duros, sino más bien en el concepto de recapacitación, que, en otras palabras, es preparar a un profesional determinado para hacer un trabajo distinto. ¿Cómo enfrentar tanto agobio, sobre la marcha? La respuesta de los expertos está en la colaboración entre instituciones. La realidad, es que cambios tan radicales, no pueden implementarse por una de las partes del sistema educacional. Se debe reestructurar el sistema educacional completo, para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
Carmen G. Pérez Riquelme