Si hay un tema que emplaza al mundo de hoy es la sostenibilidad en todos sus ámbitos: social, económico y especialmente medioambiental. Si bien no es algo nuevo, ahora lo diferente es la sensación de urgencia. En 2015 Naciones Unidas estableció 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con la idea de cumplir con la Agenda Global de Desarrollo para 2030. Considerando que la misma ONU señaló recientemente que se han perdido años de progreso por el COVID-19 (aumentaron los índices de pobreza, desigualdad y destrucción de empleos), entonces la premura también ha aumentado.
Los ODS interpelan transversalmente a países, gobiernos y sociedad civil, pero son las organizaciones las que tienen una gran responsabilidad en “tirar del carro”. En este sentido, la sostenibilidad debe entenderse como una filosofía corporativa, donde el modelo de negocios sea coherente con ésta. Así, existen muchos ejemplos donde las organizaciones se comprometen con algunos ODS a través de acciones acotadas y a la altura de sus posibilidades. Por ejemplo, una política “cero papel”, incentivar prácticas saludables entre los trabajadores, contratar personas en situación de vulnerabilidad, o emprender acciones de voluntariado corporativo. No obstante, es importante ir planificando la introducción de prácticas más exigentes como la incorporación de pequeños productores en la cadena de suministro, introducir manejo de residuos o aplicar un modelo de economía circular.
Hay varias razones para impulsar planes de sostenibilidad, además de la presión creciente de riesgos legales y de reputación corporativa. La consultora McKinsey plantea que las empresas que tienen buenos ratios medioambientales, sociales y de gobernanza, les va mejor que al promedio del mercado. También serían más rentables porque tienen más opciones de atraer talento. En el ámbito financiero, existen fondos de inversión que trabajan con valores de sostenibilidad en sus acciones y que sólo aportan capital a empresas que cumplan con este requisito. Por otra parte, los clientes tienen más interés en el “consumo consciente” y hay apoyos económicos estatales para las empresas que utilicen los recursos de manera más eficiente o para cambiar a alternativas más sostenibles. Razones hay.
Pero los datos de la consultora Strategy denotan la falta de avance en Chile. Analizando 118 reportes de empresas chilenas, sólo la mitad hacía referencia a los ODS. Los sectores que más rindieron cuentas en sostenibilidad fueron energía, agroindustria, retail y malls, y si bien el 73% de las empresas está publicando su huella de carbono, el 53% no habla de economía circular, el 52% no se refiere a DD.HH. y el 35% omite temas de diversidad.
¿Qué hacer entonces? Partir por revisar cómo la empresa podría aportar a cada ODS, identificar brechas, ver acciones que ya están avanzadas, y luego comprometerse con algunas metas, pocas, pero concretas. Lo anterior, no solo fortalece el compromiso con los clientes, trabajadores y la comunidad, sino que también permite aportar a grandes objetivos de la humanidad, utópicos pero necesarios, que es poner fin a la pobreza, proteger el planeta y mejorar las vidas de las personas en todo el mundo.
Macarena Dávila Vera