Meses atrás escribí una columna, en este mismo medio, sobre los cambios que se venían en la Prueba de Selección Universitaria (PSU), para el proceso 2021, en pleno estallido social. En un nuevo escenario, estamos ahora ad portasde experimentar esos cambios aumentados por el propio estallido social, al que se le suma ahora la crisis sanitaria.
En primer lugar, aclaremos que el sistema de acceso a la educación superior contempla no solo la prueba, también cuentan las notas (NEM), el ranking y otros factores como aquellos que se consideran para la admisión especial.
El Comité de Acceso a la Educación Universitaria – que se compone de siete rectores de algunas universidades, más el subsecretario de Educación Superior – es el organismo que está a cargo de proponer los cambios a la PSU. Luego de recoger evidencia y escuchar los planteamientos de múltiples organismos, se llegó a una solución que “permitirá aumentar la equidad del sistema y asegurar el desarrollo de instrumentos de calidad”, en palabras del subsecretario Juan Eduardo Vargas.
La nueva PSU sería de dos tipos: Prueba de Acceso Obligatoria (comprensión lectora y matemática) y Prueba de Acceso Electiva (historia y ciencias sociales, biología, física y química). A esto hay que agregar la Prueba de Ciencias para egresados de la Enseñanza Media Técnico Profesional (EMTP), la cual debería ser ajustada por la autoridad.
Por el momento, para el actual proceso 2021 y para el siguiente, contaremos con un instrumento provisorio, llamado Prueba de Transición Universitaria (PTU), la que en esta oportunidad será aplicada el 4 y 5 de enero de 2021.
Aunque todavía falta un par de años para la implementación de la nueva PSU, la PTU ya viene con cambios importantes, cuyo impacto en el sistema de educación superior está por verse. En primer lugar, el temario ha sido priorizado, teniendo en cuenta no solo el efecto de la pandemia en el desarrollo normal de las clases en el sistema escolar, sino que se ha determinado que ciertos contenidos ya no son esenciales. Entre los cambios más importantes, podemos mencionar los siguientes: medirá competencias por sobre el conocimiento o la aptitud; se reduce de 80 a 65 el número de preguntas; se reduce de 50% a 30% el peso mínimo de la prueba en el puntaje de admisión distribuyéndose el resto entre NEM y ranking, quedando libre para cada plantel de educación superior definir este mes las ponderaciones para cada carrera, pero ajustándose al mínimo de 30%; se fija en 450 puntos el mínimo promedio entre Lenguaje y Matemática para postular a una carrera, pero alumnos con menos de 450 puntos, que estén dentro del 10% superior de su colegio, en promedio de notas, pueden postular; y se agrega la prueba de ciencias para egresados de la EMTP.
Ahora bien, al bajar la exigencia para el ingreso (es lo que indican los números), la gran duda que queda en el aire es si la oportunidad que tendrán miles de estudiantes de entrar a la educación superior será genuina e irá acompañada de programas de apoyo, que permitan soslayar esa baja exigencia que estará basada prácticamente en lo que hayan logrado en la educación secundaria.
Carlos Figueroa Moreno