El mundo no es y no será el mismo después de la pandemia y lo mismo se aplica para la educación superior. Como si no fuera suficiente el tener que adoptar todo un sistema de enseñanza completamente mediado por el uso de tecnologías, las universidades enfrentan un reto aún mayor: la adaptación al mundo post pandemia.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés) publicó recientemente un marco de principios para guiar a las instituciones de educación superior y a los gobiernos mundiales, en el complejo retorno a la apertura de las aulas. Dentro de los principios destaca, como primer punto, el deber de asegurar el derecho a la educación superior de todos y todas, propiciando un contexto de igualdad de oportunidades y no discriminación. Pero no nos equivoquemos al entender a este principio solo como una recomendación de índole económica, que transfiere a los gobiernos la responsabilidad de generar políticas para materializar este derecho, en términos de liberación de aranceles; en el actual contexto, el acceso a la educación superior, conlleva otras implicancias. Por ejemplo, en nuestro país, el cese de las clases presenciales significó un deterioro en la preparación de los y las estudiantes de enseñanza media que están ad portas de ingresar a la universidad. A esto se suma que, a la fecha, no se puede prever si las condiciones de distanciamiento físico producto de la pandemia serán levantadas para que los estudiantes puedan rendir la prueba de admisión universitaria en su nuevo modelo transitorio. En números, esto significa que unos 290 mil jóvenes no saben si podrán postular a la universidad en 2021.
Queda de manifiesto, que la recomendación post-pandemia de la UNESCO, de asegurar la continuidad de estudiar en la universidad a todos aquellos jóvenes que tienen la intención de hacerlo, acarrea cambios profundos en la normativa y en la organización de estas instituciones.
Dado que la crisis económica imperante, inevitablemente, aumenta y/o genera nuevas condiciones de inequidad, la UNESCO propone un segundo principio, que plantea la necesidad de generar acciones concretas, dentro de las universidades, para atender las necesidades formativas y socio-emocionales de aquellos estudiantes que están teniendo dificultades para continuar con sus estudios en la modalidad no tradicional.
La Universidad de Concepción, por ejemplo, ya está trabajando en un plan de contingencia para enfrentar el retorno a la nueva normalidad. El cierre abrupto, dejó de prerrogativa, de que el retorno debe ser paulatino. Sin embargo, el problema no es volver, sino cómo volver renovados, en un escenario de crisis económica.
En este panorama de incertidumbre, lo certero es que la nueva organización de la educación universitaria en Chile, en principio, deberá estudiar la idea de una modalidad de admisión distinta a la tradicional, e implementar estrategias remediales de enseñanza, que aseguren la continuidad de aquellos estudiantes, cuyo avance en sus carreras se vio truncado por la pandemia.
Carmen Pérez Riquelme