Luego del estallido social y habiendo participado de algunos cabildos y asambleas ciudadanas, me han surgido muchas preguntas, pero la principal es: ¿cómo aporto desde mi rol a la solución de este conflicto?
La respuesta no es trivial porque antes es necesario entender qué está pasando realmente. Con ese fin, he investigado y deliberado con mis compañeros de oficina, prácticamente todos los días desde que esto comenzó, ya a esta altura no tengo una respuesta clara, si bien, tiendo a inclinarme por el diagnóstico de Castells que ve una crisis profunda de representatividad de la democracia liberal, no en Chile, sino en el mundo.
Por otro lado, me llama la atención la declaración del Secretario de Estado Norteamericano Mike Pompeo, hace algunos días, mientras hablaba en la Universidad de Louisville sobre la región: “Washington ayudará a los gobiernos legítimos de América Latina para evitar que las protestas, que se desarrollan en diversos países, se conviertan en sublevaciones». Se percibe que cuando una gran potencia se preocupa por una que no lo es tanto, generalmente, es porque tiene algún interés relacionado con recursos naturales. Entonces, ¿a quien le conviene esta convulsión social?
Por otro lado, se ha planteado en estos días que el “modelo” neoliberal está en crisis. Si bien pudo haber aportado en el desarrollo de muchas naciones, el resultado concreto es la carente distribución de la riqueza y el poder, generando un mundo menos equitativo. En definitiva – desde mi punto de vista – podemos hablar de una crisis sistémica y global, que abarca problemas desde lo político hasta lo ambiental pasando por el sistema económico.
Siendo esta crisis tan profunda es necesario que todos y todas nos involucremos en la solución para construir un futuro, no sé si más próspero, pero al menos con los mismos estándares de calidad para nuestros hijos e hijas. Para esto veo necesario que desarrollemos el músculo de la resiliencia social, que nos ayudará a enfrentar los duros cambios de modelo que se vienen: ¿cómo nos adaptaremos a la destrucción masiva de empleos por la robotización?, ¿cómo mejoramos la representatividad de nuestro sistema político?, ¿cómo nos adaptamos al cambio climático?
No existen respuestas efectivas a estas preguntas, por lo que tenemos que desarrollar habilidades de meta-aprendizaje que nos permitan navegar en un futuro mucho más incierto y volátil que el que conocemos hasta ahora. Debemos hacernos cargo desde el rol que tenemos, cualquiera sea éste, saliendo de la necesaria crítica o reclamo para conducir un movimiento legítimo, pero todavía muy entrópico para generar resultados positivos.
Es necesario re-aprender a generar diálogo y deliberación constante en todos nuestros círculos: educacional, laboral, organizaciones sociales y por supuesto dentro de nuestras familias. Debemos plantearnos preguntas difíciles, aprender a escuchar, ser empáticos y co-construir un relato social que nos permita diseñar un futuro entre todos. De lo contrario, volveremos a caer en las manos de unos pocos con intereses mezquinos… pero esta vez puede ser peor.
José Coloma Canales