No nos debiera extrañar el hecho de que los chilenos estamos al debe en materia de educación financiera. Muchos se endeudan más de lo que su ingreso les permite, o incluso muchos no elaboran un presupuesto mensual. Un segmento no menor de la población chilena no conoce en profundidad el uso de ciertos productos como las tarjetas de crédito y las cuentas corrientes, entre otros. Pero un tema en el cual nos queda mucho por avanzar es en la adquisición de hábitos de ahorro constantes.
Muchas familias pierden posibilidades de hacer realidad sus metas financieras de mediano y de largo plazo por no formar el hábito de destinar una parte de sus ingresos, por más pequeña que sea, al ahorro. De acuerdo a datos de la Encuesta Financiera de Hogares (EFH) obtenidos por el Banco Central, para el año 2014, apenas el 25,8% de las familias chilenas afirma realizar ahorro voluntario. En sentido figurado, con el ahorro hacemos que nuestros “ladrillos” de cada mes viajen por el tiempo hacia el futuro para que formen un “gran edificio” el día de mañana. El edificio del logro de nuestros sueños, los cuales pueden ser diversos, como tener una mejor vivienda, adquirir o construir una cabaña cerca de un lugar donde queremos vacacionar con frecuencia, viajar al extranjero, desarrollar un emprendimiento familiar, o mejorar los ingresos futuros para la jubilación.
Resulta necesario que las familias chilenas puedan destinar aunque sea una hora al mes, a realizar un presupuesto sencillo. De esa manera podrán saber cuánto desean y pueden ahorrar para la consecución de sus metas. De lo contrario, podría ocurrir nuevamente la tónica de tener poca liquidez a fin de mes; o peor aún, tener que pagar cuotas de créditos que, si no son controlados, podrían convertirse en una bola de nieve que nos imposibilita formar estos hábitos de ahorro, que parecen pequeños si los miramos de forma individual, pero que a la larga, nos permiten adquirir una capitalización razonable.
Una de las razones que nos limitan ahorrar de manera constante es la escasa inclusión financiera en el uso de instrumentos orientados a estos fines. No sólo basta con tener el producto, sino también conocer detalles acerca de él y atrevernos a usarlos. Tenemos muchas alternativas por delante. La más conocida es la cuenta de ahorro (que puede ser con o sin libreta física). Además, existe la posibilidad de invertir en cuotas de participación como socios de alguna cooperativa, cuyos remanentes son en promedio superiores en rentabilidad que los depósitos bancarios comunes. Y en adición a ellos, gracias a los avances tecnológicos, podemos optar por contratar gratuitamente algún pago automático de cuentas (PAC), y así no perder tiempo en estar haciendo filas en bancos o en estar realizando transferencias electrónicas a cada rato. Esta es una buena estrategia para hacer cumplir nuestra estrategia para el logro de metas financieras. Apenas un 18% de las familias en Chile ha contratado un PAC, según la EFH.
Animo a que el aparato público y la sociedad en su conjunto puedan desarrollar iniciativas orientadas a incentivar buenos hábitos en cuanto al manejo de las finanzas personales en esta materia.