La primera verdad sobre la educación preescolar es que el efecto positivo y perdurable de ésta es “directamente proporcional a la alta calidad del programa”. La segunda es que una educación preescolar de baja calidad es dañina para los “logros cognitivos y socioemocionales” de los niños (Rolla et al, 2005).
Pero, ¿cómo debe ser un programa preescolar de calidad?
Para describir cómo es un programa preescolar de alta calidad, se distinguen elementos estructurales y de proceso, teniendo que darse ambos simultáneamente para el logro de los objetivos.
La implementación material de un programa preescolar de alta calidad incluye aulas espaciosas; grupos reducidos (máximo 20 alumnos); una razón de un docente por cada diez niños; espacios interiores y exteriores para el desarrollo de motricidad gruesa y fina; abundancia de materiales didácticos; profesores con estudios de postgrado, acceso a capacitación permanente y salarios atractivos.
El currículo de un programa preescolar de alta calidad debe: enfocarse en el desarrollo del lenguaje; presentar un equilibrio entre las actividades instructivas guiadas y de libre elección; sensibilizar a los alumnos en la cultura escolar; promover el desarrollo de habilidades cognitivas, razonamiento científico, etc. Los docentes deben ser capaces de describir el currículo, criticarlo y explicar la forma en que lo ponen en práctica; incorporar frecuentemente el concepto de andamiaje en su estilo de conversación con los alumnos (Mehan, 1979) y diseñar actividades que promuevan la toma de decisiones.
Una tercera verdad sobre la educación preescolar es precisamente que la ausencia de ésta no afecta el desarrollo infantil; porque está comprobado que el nivel socioeconómico, la educación de los padres y la sensibilidad psicológica de la madre son los factores más determinantes en el desarrollo de un niño de entre 0 y 5 años. Es decir, sólo en condiciones de pobreza material, es donde la enseñanza preescolar tiene un peso específico como futuro predictor de éxito académico.
Los programas de educación preescolar de alta calidad cobran un especial interés porque pueden ser eficientes para disminuir la brecha predeterminada por el “efecto cuna”. En Chile, las políticas públicas se han enfocado en la cobertura de la educación preescolar a los sectores prioritarios. Sin embargo, se plantea un desafío que implica cambios cualitativos a partir de la formación docente, programas de fiscalización y educación continua.
Queda de manifiesto que cobertura y calidad deben darse en forma equilibrada; ya que privilegiar el primero por sobre el segundo, dados los efectos negativos de una educación preescolar de baja calidad, podría conllevar a un mayor gasto público en etapas más avanzadas de la educación de un niño.[/fusion_text][/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]