
La actividad científica es uno de los principales motores que impulsa el desarrollo social, cultural y económico de un país, lo que redunda en beneficios para un gran número de personas. Por otra parte, la investigación que se realiza en las universidades necesita ser comunicada a toda la sociedad. Sin embargo, no siempre los métodos y resultados científicos llegan de igual manera a toda la ciudadanía. Aquí es donde entra en juego la educación, la comunicación y la divulgación de las ciencias; construyendo puentes entre el mundo científico y la sociedad con el objeto de disminuir la brecha existente. Este punto es importante porque finalmente la ciencia es patrimonio de toda la sociedad y no de unos pocos.
La divulgación científica consiste en generar acciones concretas que permitan transmitir información de esta índole a un público que no es necesariamente especialista en el tema, contribuyendo así a la formación de una ciudadanía informada, crítica y responsable, comprometida consigo misma y con su entorno natural, social y cultural; situación que está en sintonía con algunos de los objetivos que se encuentran en el listado de las Naciones Unidas sobre los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible).
Los centros de investigación están enfocados en lo fundamental: postular y concretar proyectos, publicar resultados, patentar, etc. No es su tarea prioritaria dar a conocer los avances al resto de la sociedad, ni se cuenta con personal especializado para ello.
Según datos de la Tercera Encuesta Nacional de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación (2023), más del 70% de los chilenos declara tener interés en la ciencia, pero al mismo tiempo confiesa conocer poco o nada sobre lo que se investiga en el país. La paradoja es evidente: existe demanda social por conocimiento, pero la oferta comunicacional no alcanza a dar respuesta a esta necesidad.
Las iniciativas de divulgación las podemos encontrar en diversos formatos, por ejemplo: festivales, exposiciones, charlas, obras de teatro, talleres, libros, podcast, videos, entre otras; donde muchas de ellas corresponden a esfuerzos personales, más que a institucionales. También existen iniciativas que promueven, fomentan y articulan proyectos de divulgación científica, como la Red de Divulgación Matemática DIMATCHILE, creada el año 2021 por un grupo de académicos y académicas de distintas universidades del país.
Asimismo, la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, el año 2018, marcó un hito en la valoración política de la ciencia en Chile, condición necesaria para dar mayor visibilidad a la actividad científica, junto con la implementación de políticas de divulgación y la provisión de financiamiento para los distintos proyectos concursables (Concurso Nacional de Ciencia Pública).
Cuando me encuentro escribiendo las últimas líneas de esta columna me llega información sobre el lanzamiento de las cápsulas de investigación del fondo concursable UdeC Extiende tu investigación, para público interno y externo. Así, de a poco, vemos que se van incrementando las actividades de divulgación que tanto bien le hacen al país, más aún en tiempos de fake news.
Carlos Figueroa Moreno