
La reciente imposición de aranceles por parte de Estados Unidos, impulsada por la política de «nacionalismo económico» de Donald Trump, proyecta una sombra de incertidumbre sobre la economía chilena, y particularmente sobre la región de Ñuble, cuya significativa dependencia de las exportaciones hortofrutícolas destinadas al mercado estadounidense la coloca en una posición de particular vulnerabilidad. En 2024, Ñuble exportó una cifra que superó los US$300 millones a EE.UU., lo que subraya la magnitud del riesgo para productos pilares como arándanos frescos y congelados, paneles de madera y derivados de cereales, que podrían enfrentar barreras arancelarias que minen su competitividad y rentabilidad.
Las consecuencias trascienden a los productores y exportadores, permeando la estabilidad económica regional, afectando el empleo, las inversiones y el bienestar de la comunidad. Ante este panorama, la respuesta no puede ser la inacción, sino una acción regional coordinada y estratégica, que involucre a todos los actores relevantes para mitigar los efectos adversos y fortalecer la capacidad de adaptación de la economía de Ñuble. Esta acción regional, estrategia esencial y multifacética, implica la articulación de esfuerzos a nivel subnacional para diseñar e implementar soluciones adaptadas a las particularidades de Ñuble, requiriendo una participación activa y un compromiso tangible del Gobierno Regional, municipios, asociaciones de productores, gremios empresariales, universidades y centros de investigación locales. Es crucial realizar un análisis exhaustivo del impacto específico de los aranceles en los sectores productivos de Ñuble, identificando los productos más vulnerables y cuantificando las posibles pérdidas, para luego diseñar medidas de apoyo concretas como líneas de crédito blandas, subsidios para la innovación, programas de capacitación y apoyo técnico.
El fortalecimiento de la colaboración público-privada se presenta como vital, facilitando la comunicación, la identificación conjunta de desafíos y la formulación de estrategias coordinadas. La acción regional también debe enfocarse en diversificar la economía, identificando y promoviendo nuevos sectores complementarios a la producción hortofrutícola, como el turismo rural o las energías renovables, y articulándose con las estrategias nacionales de diversificación de mercados y fortalecimiento de la competitividad.
Además, el Gobierno Regional podría explorar iniciativas de diplomacia económica a nivel subnacional, estableciendo contactos directos con regiones de otros países. La tormenta arancelaria representa una amenaza, pero también una oportunidad para repensar el modelo de desarrollo de Ñuble y fortalecer su autonomía económica. La acción regional coordinada no es solo una respuesta a la crisis, sino una inversión a largo plazo en la resiliencia y la prosperidad de la región, requiriendo liderazgo, visión estratégica y un compromiso colectivo para construir un futuro más diversificado y menos vulnerable a las fluctuaciones del comercio internacional.
Norberto Hernández Andrade