El Banco Central de Chile concluyó el año 2024 con la publicación de su Informe de Política Monetaria de diciembre, un documento clave para analizar el desempeño del año y delinear las expectativas para 2025. En un escenario global de alta incertidumbre, la economía chilena enfrentó múltiples desafíos que marcaron su evolución. Durante el año, la inflación llegó al 4,5% anual, superando las proyecciones iniciales. Este aumento estuvo relacionado principalmente con la depreciación del peso frente al dólar, el alza en los precios de la electricidad y los mayores costos laborales. A pesar de que la inflación mostró señales de moderación en los últimos meses del año, las presiones inflacionarias siguieron siendo relevantes, afectando el poder adquisitivo de los hogares.
En términos de crecimiento económico, el Producto Interno Bruto (PIB) creció un 2,3%, impulsado por sectores como la minería y la industria manufacturera. Sin embargo, áreas como la construcción y los servicios financieros registraron un desempeño menos favorable. El consumo privado fue una de las variables más afectadas, debido a una lenta recuperación del empleo y una percepción negativa respecto al futuro económico. Un tema delicado para la economía nacional es la evolución de la deuda pública, que alcanzó el 43% del PIB, el nivel más alto desde 1990. Si bien este porcentaje es significativamente inferior al promedio de los países de la OCDE, que ronda el 100% del PIB, la tendencia al alza en Chile preocupa por sus implicancias en el riesgo país, las condiciones financieras y el acceso al crédito.
Para 2025, las proyecciones del Banco Central anticipan una recuperación moderada, con un crecimiento del PIB estimado entre 1,5% y 2,5%. La inflación, aunque se mantendría elevada en los primeros meses del año, podría acercarse al rango meta del 3% hacia fines de 2026. Se espera que el consumo interno continúe desacelerándose, mientras que el gasto público y el sector externo podrían mostrar señales de mejora. En cuanto a la política monetaria, el Consejo del Banco Central mantendrá una actitud cautelosa, evaluando cuidadosamente las condiciones para futuros recortes en la tasa de interés.
Aunque las cifras macroeconómicas reflejan una incipiente estabilización, persisten importantes desafíos estructurales. La desigualdad de ingresos y las disparidades regionales siguen siendo barreras significativas para un desarrollo económico sostenible. No basta con alcanzar metas de crecimiento o estabilización de precios, es esencial implementar políticas que reduzcan las brechas sociales y territoriales, promoviendo una distribución más equitativa de los recursos. En este contexto, resulta fundamental construir un nuevo pacto económico-social de largo plazo que priorice el bienestar colectivo y establezca compromisos claros entre los distintos actores de la sociedad. Esto podría implicar, por ejemplo, una reforma a la estructura que actualmente facilita el abuso por parte de grandes grupos económicos y un desempeño ineficiente del sector público. Solo con un sueño de país que integre a todos, como el que se gestó en los años 90, será posible construir una economía capaz de generar oportunidades para toda la población.
Roberto Herrera Cofré