Trabajando en el ámbito de los negocios tendemos a concentrarnos en análisis, estrategias para maximizar la utilidad, evaluar riesgos, costos y beneficios con el fin de tomar decisiones inteligentes. Cuando hacemos esto, intentamos dejar a un lado las emociones, porque creemos que éstas pueden entorpecer el proceso. Pero, ¿es preciso desestimarlas? ¿Qué papel cumplen las emociones en la inteligencia? O, ¿deberían integrarse a los programas de las escuelas de negocios? Las teorías neuro-biológicas indican que no se puede ser racional sin ser emocional. Sostienen que “las emociones pueden nublar la conciencia, pero sin emociones no hay posibilidad de conciencia”. Es fundamental que los managers, ejecutivos, emprendedores, empresarios, políticos y estudiantes, conozcan las teorías y herramientas de la administración, no obstante, deben tener claridad de que éstas, por sí solas, no producirán impactos profundos en sus organizaciones. Es equivalentemente sustancial que sean personas capaces de aplicarlas de manera efectiva, personas conscientes, que puedan ajustar las herramientas teóricas universales a un entorno específico, empatizando con los problemas sociales y comprometidos con la búsqueda de soluciones que impacten positivamente en su propia vida y en las de los demás. Para ser este tipo de persona, se requiere disciplina y entrenamiento intenso. Sería significativo que la misma cantidad de tiempo destinada al estudio de modelos, métodos y matrices, lo dedicáramos también a la transformación personal, el liderazgo, la comunicación, la meditación y el autoconocimiento; estoy segura que obtendríamos rendimientos cercanos al potencial de las personas, los equipos y las organizaciones en general. Cultivar el autoconocimiento nos ayuda a confiar en nosotros mismos y esta confianza nos da seguridad. La confianza en uno mismo va más allá de la evaluación de los riesgos, no significa que el análisis estratégico no sea importante, lo es, y mucho, pero es incompleto, es una función racional, es de la mente y la seguridad en uno mismo es del alma. La aversión al riesgo afecta la vida profesional y de las organizaciones. Entonces, necesitamos estimular y fomentar la seguridad y confianza en nosotros mismos, porque estas cualidades nos abren las puertas a la innovación, la creatividad, el emprendimiento y sobre todo, nos guían para enfrentar con determinación el cambio constante de nuestra época. Si alguien se plantea hacer algo distinto, no tradicional, que podría constituir una innovación, necesita seguridad en sí mismo para soportar un fracaso sin quebrantarse, y seguir intentando. Si no podemos aguantar la frustración, nos queda el camino de evitar los riesgos, y este camino nos lleva a la mediocridad. Por lo tanto, para desenvolvernos positivamente en los negocios, conozcámonos a nosotros mismos, confiemos en lo que estamos aprendiendo y lo que sabemos, y tengamos la seguridad de que podremos responder a los desafíos que se nos presenten con honorabilidad. Si transitamos por este camino tendremos la fuerza interior para reponernos de cualquier derrota y de tanto intentar e intentar… Lo lograremos!
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