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Durante los últimos meses, hemos sido espectadores de las más increíbles manifestaciones de la naturaleza humana a través del proceso de nombramientos del nuevo gobierno. Si bien este tipo de espectáculo no es nada nuevo en política, ni tampoco las situaciones que son objeto de improvisados análisis populares, sí lo son las interpretaciones y los resultados de los mismos, llegando a parecer un verdadero circo romano, donde algunos nombres “se caen” y otros resurgen cual ave fénix.

Los cuestionamientos son de variado tipo, pero todos apuntan a temas ético-valóricos, dando el semi anonimato, la posibilidad y derecho, a tirar la primera piedra y todas las que vienen después sin pizca de culpa. El que una futura ministra tenga deuda con el estado, el que haya terminado la carrera o no, que otro nominado supuestamente toqueteó a una señora en el metro, que un nombramiento se “haya caído” por los negocios vinculados a la educación del ex marido, que el padre de otra elegida era torturador… Sin querer meter en un mismo saco todas las “yayas”, habiendo situaciones más cuestionables que otras, lo que llama mi atención sin embargo, es el canibalismo que se ha despertado en nuestro país en el último tiempo, que va más allá del clásico sucio juego del poder y la política.

Es más, se levantan temas, y quedan instalados como verdades absolutas. En su momento fue “la forma de ser de la futura presidenta”, que le gusta el secretismo, que es desconfiada, que acepta sólo a algunos elegidos en su círculo de hierro. Puede que así sea o no, lo curioso son las interpretaciones. También se estimulan nuevos “sabrosos temas”, por ejemplo, existe la duda respecto a si el futuro ministro del interior “se la va a poder o no” y hasta se le ve con condescendencia. Saquen sus boletos señores!!!!

Muchos analistas políticos hacen complejas lecturas, atribuyendo la contingencia a la superposición de viejas y nuevas estructuras de poder, pero lo concreto es que estamos viendo cómo está entrando la frivolización más propia de la farándula, a un nuevo ámbito. Algunos le llaman “transparencia”, para otros es resultado del impacto tecnológico en las redes  que permite que todo se sepa y que todos opinen … muchas veces sin límites, sin sustento y sin escrúpulos.

Lo cierto es que en una sociedad donde la desigualdad es descarada tanto en lo económico como en lo social, dónde nos hemos convertido en un país políticamente bucólico que no vota si no está obligado, es esperable que sea tierra fértil para que “las masas” se distraigan con estos improvisados realities y qué mejor si los protagonistas son personas que están en una posición de mayor privilegio que la del resto, sólo por estar accediendo a una posición de poder. Si le damos una mirada más ingenua, podríamos decir que inconscientemente queremos hacer más cercanos y humanos a nuestros representantes y quienes tomarán importantísimas decisiones por todos nosotros en los próximos años.

Ahora ¿Quién o quiénes son los que con su pulgar deciden si vive o muere el nominado (subsecretaria(o), ministra(o), etc.)? ¿Son los partidos, los poderes fácticos a través de los medios? ¿O son los mismos periodistas, columnistas y opinólogos quienes, como yo, tienen un breve espacio de catarsis pública y aprovechan de festinar con los mentados infortunios ajenos?. Probablemente todos los anteriores, lo interesante es observar cómo nos estamos convirtiendo en espectadores (y esperadores) morbosos de esta masacre que hace parecer a la saga “los juegos del hambre” como un cuento para párvulos. Es alucinante observar este develamiento de cómo “estamos siendo” como sociedad, de cuáles son los valores predominantes y en qué nos estamos convirtiendo, perdiéndonos probablemente de lo importante.

Macarena Dávila Vera, Académico Escuela de Administración y Negocios, Universidad de Concepción.

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